miércoles, 6 de mayo de 2015

LA SUSTANCIA, LA SAL Y LA PIMIENTA







En este deporte, lo más diferencial y emocionante son la disparidad de opiniones y visiones de un mismo partido, sin ser, aún siendo contrarias, invalidadas entre sí. Como defendía Heráclito, -filosofo griego anterior a Platón- que abogaba por un concepto existencial bastante impopular; dos opiniones contrarias no tienen porqué anularse entre sí, es decir, tanto una como otra pueden ser ciertas a pesar de ser opuestas.  La obra de Heráclito, netamente aforística, remite a las sentencias del oráculo de Delfos. Reproduce la realidad ambigua y confusa que explica para dar idea de la misma. Es decir; -usando el oxímoron y la antítesis- (origen del existencialismo) que sólo una posición rígida, es la que, por absolutista, niega la verdad. Y en la contraposición de ideas, en su enriquecimiento, se acerca más la realidad, sin existir ésta. 


 Ese prisma, donde los ángulos distintos encuentran luces incontempladas, es el mayor patrimonio que el fútbol atesora, por encima de los inmensos oleajes de euforias y tristezas que arrastra y de la unión que evoca. Las disparidad de ideas que se encuentran al tomar partido son la sustancia, la sal, y la pimienta que hace del fútbol un mejunje especial. En esa disputa donde los aficionados se sienten parte de un algo, sus aficionados encuentran la ansiada asociación, que supone un vehículo de redención ante un mundo guionizado, una fuerza que solo la unión de semejantes consigue. 
  

A la vista de una hipotética final de Champions, muy probable, Madrid-Barça, con la loa al no especular que hemos visto en semifinales de dos equipos que son valientes, comienza, no en un país, sino en un mundo entero, el juego, las posiciones, las cábalas...  las millones de propuestas que aliñan con su implicación los fanáticos, que por un tiempo se sentirán partícipes. Porque al contrario que los protagonistas, lo importante es participar. O como diría Heráclito de Efeso; o no.


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