martes, 17 de febrero de 2015

LA HOGUERA DE LAS VANIDADES







Wolfe, en su novela, (la hoguera de las vanidades) trataba de explicar hasta qué punto el dinero y la fama resultan inútiles para redimir a un individuo cuando se reúnen en su contra tantas circunstancias altamente desfavorables. Para lo cual, emplea como fondo histórico la sociedad neoyorquina de los años 80, mostrando en ella un cuadro de hipocresía y juego de apariencias, en el cual, las convicciones sociales cambian de acuerdo a las conveniencias del momento. 


Cristiano Ronaldo nunca tuvo una vida fácil. Su emancipación forzada antes de la adolescencia, la muerte de su padre por alcoholismo, y las tendencias adictivas de su hermano mayor (una de las personas importantes en su vida) siempre han sido una carga emocional que hacen un alma inestable e hipersensible como la suya. La vida en España es una constante amalgama para él. Por un lado vive el momento más dulce de su carrera. Colma su sueño anhelado de la infancia, (jugar en el Real Madrid y ser el mejor jugador del planeta). Disfruta de la ciudad y de su pasión sanatoria; el fútbol.  Ha ganado dos Balones de Oro consecutivos, ha participado en la conquista de la Décima y suma 36 goles en 33 partidos jugados en todas las competiciones. Batió este mismo año la cantidad marcada en una temporada en Champions (17). Su promedio es de un gol cada 77 minutos en la presente liga, mejor que el año pasado. Pero por otro sufre, como en la hoguera de las vanidades, todo el fariseísmo desmemoriado de la sociedad que ataca a dentelladas con  la doble moral que preside en el culto al triumfo. Deben creer, confundidos por su puntualidad para lo extraordinario, que no es humano. Que debajo de esa cuidada piel hay cableados y circuitos de metal. El fanatismo entorno a su figura es una cuerda de trapecista en la que se mueve el 7. Cualquier mínimo viento amenaza con el abismo a su paso. La vanidad del fanático no admite vanidades ajenas.

  

La controvertida fiesta de cumpleaños. La vuelta a las molestias en su rodilla. La ruptura con su pareja sentimental y el mal momento del equipo... Pitos (fueron pocos, pero se sintió herido) que amenazan una vez más su estabilidad. Los medios y aficionados tampoco ayudan. Un constante vuelco desmesurado de nuestras más fervientes pasiones se cierne sobre su delicada personalidad. Ser Cristiano no debe ser nada fácil. Pero con todos sus defectos ha desarrollado tal callosidad en su personalidad, tan presta para desmoronarse como para levantarse, que consigue superar una vorágine que nadie que no sea Ronaldo ni siquiera puede soñar soportar. Que nadie dude que en poco volverá a hacer una demostración de como una persona hipersensible puede restablecerse de todas sus  dificultades.


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