domingo, 25 de enero de 2015

UNA SANGRÍA









Vuelta a las andadas.


El Barça volvió a las rotaciones. Y con ellas todas las miradas. La vuelta de Xavi suponía comprobar, o no, las sospechas de si el despegue del equipo lo propiciaba la presencia de Rakitik en detrimento del de Terrasa. Y en cierto modo se confirmó hasta el minuto 54. Cuando Messi y su socio (Neymar) decidieron resolver. Hasta ese minuto el partido estubo igualado en juego y ocasiones. El Elche de Fran Escribá vivió bien en las transiciones y consiguió inquietar al Barcelona más animoso de la temporada. Su acierto táctico estuvo -aparte de en la disparidad de motivaciones- en retrasar la posición de Fajr, y adelantar la de Pasalic. Pasar del 4-2-3-1 habitual, al 4-1-4-1, dejó solos a Piqué y Bartra, y consecuentemente facilitó el pressing ilicitano sobre los interiores Xavi y Rafinha.

El juego del Barcelona se vio transfigurado. Messi volvió al medio por la ausencia de Suárez, y Xavi volvió al 11 en el interior izquierdo por la ausencia de Rakitik.  La insistencia de Luis Enrique de ubicarlo a pie cambiado se debe a una intención clara; buscar menos incidencia en el juego, pero que al hacerlo, sus participaciones sean más profundas, pues en ese perfil, con su pierna buena el pase tiende a ser interior y profundo. Rafinha en el interior derecho es otra muestra de intenciones, el pequeño de los Alcántara aporta conducción en la posición que más decanta los tempos hacia un lado u otro. Así el técnico intenta no incidir en el juego trivial al que se aboca con Xavi en su posición natural. Y con Messi en el centro, aprovecharse de la asociación que en estos momentos nos da el mayor espectáculo futbolístico que hay ahora.




Cambio de orientación.


Otra premisa que afianza dicha tendencia, fue la consigna clara de los jugadores en salir en largo. Xavi contemporizado con la idea, pidió cada balón e intentó ser fiel a la propuesta de su técnico, la de verticalizar y atacar antes que templar y controlar. Así vimos una tendencia extraña para esta camiseta; abundantes cambios de orientación hacia Montoya, Pedro o Messi en un lado. Y con menos frecuencia pero con la misma convicción, Rafinha hizo lo propio con Alba y Neymar. El problema fue que la costumbre es escasa, y la dificultad alta. Ni eran demasiado precisos ni el Barça tenía superioridad táctica en esa jugada. La zaga del Elche despejó casi siempre los envíos y los rebotes casi siempre eran locales. Y propició contras peligrosas -Fajr y Jonathas demostraron sus cualidades en esas-  que hicieron que Luis Enrique reculara en su premisa.



El desdicho. 


El asturiano decidió desdecirse cuando mandó a Xavi y Rafinha invertir sus puestos. Si hasta entonces el Barça había sido lento en general salvo cuando estos dos metían el (improductivo) balón largo, lo de después fue todavía más lento y sin cambio de ritmo prefijado, más allá de las acciones individuales de un Neymar raudo e inspirado. Eso sí, el Barça volviendo a su quietud empezó a controlar el partido, sustentando las tendencias de Xavi en su naturalidad. Recuperó principios más típicos del Barça de toda la vida, asentó la posesión más arriba, e hizo mermar las la apariciones del Elche. Consiguió que sus contras fuesen más individualistas y fáciles de frenar. Y Neymar y Messi de sus apariciones una sangría.




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