lunes, 19 de enero de 2015

RAKITIK, LA DIFERENCIA







La quietud.


La primera alineación repetida del año fue un augurio de la quietud que el club necesita tras las combulsas semanas recientes. Contra más jugadores se sientan afianzados en el 11, y por tanto importantes, mejor. La masiva implantación de rotaciones del asturiano se sustenta en el argumento tangible del vigor físico tan importante en el fútbol moderno. Puede argumentar, y ya lo ha hecho, que el equipo llegará más fresco a las fechas señaladas. Pero como toda receta tiene sus  efectos secundarios. Al final demasiado trasiego genera falta de automatismos y solidez. Y sus consecuencias pueden ser insalvables para entonces. Esa disyuntiva es el conflicto que enfrentan todos los entrenadores al preparar la temporada.



La mejoría.

El equipo, frente a un muy buen Deportivo, lució movimientos frescos e ideas claras, como a principios de temporada, no tan lejanos, cuando presumian de fragancia y atrevimiento. No es casualidad que esta mejoría progrese a principio de cada vuelta. Todo, también, tiene explicación física: preparación especifica. En la actualidad, equipos de primer nivel, que juegan más de sesenta  partidos por temporada, les resulta imposible mantener una condición física máxima durante los nueve meses que dura la competición. Los expertos hablan de cuatro o cinco meses, como mucho, al pico más alto de rendimiento somático. Lo que concierne a cuatro o cinco años de los nueve de carrera futbolística. La realidad competitiva.



El cambio táctico.

Luis Enrique, no sabemos si en un arrebato de conciencia, o en un ejercicio de raciocinio, podría haber dado con un sistema que sus jugadores toleran mejor. Que le permite competir contra Madrid y Atlético, en contra de lo que demostró en Málaga, Getafe y San Sebastian. El Barça de Riazor,  -y el del Barça Atlético-  fue un equipo que muerde, cree en lo que hace y lucha por ello. Pero más allá de eso fue un equipo con una idea clara...

El concepto.

El concepto es básico a la par que fructífero; atacar rápido. Ser muy profundo. Y hacerlo más de afuera (la salida es más lateral) hacia adentro, sustentado sobre el punto álgido de inspiración que lucen Messi (más escorado a la banda) y Neymar, casualmente desde el torbellino institucional. Como si la pugna avivara sus más intrínsecas cualidades, y de paso vocear al publico, cual Vicente Fernandez en su ranchera, quien sigue siendo el rey. Éstos, buscan la portería sin enrojecimiento. En su mayoría con conducciones diagonales del exterior hacia zonas interiores, en cuyas oblicuas líneas de trazado son secundados por los interiores (Rakitik e Iniesta) y por un sistema más ordenado y junto cobijando sus aventuras, pues éstas, como sus ejecutores, son de naturaleza arriesgada, y la pérdida es una consecuencia asimilada. De ahí que veamos una nueva premisa; casi todos los jugadores por detrás de la pelota, sobrtetodo los interiores.

Además, da la sensación de conjunto en todos los aspectos que había perdido. Las ayudas son constantes; si  el balón se mueve de un lado al otro,  ningún jugador lo mantiene más de cuatro o cinco segundos,  creando triángulos de asociación-posesión en cada costado; en un lado se juntaban  Iniesta y Neymar y Jordi Alba. Y en el otro, Rakitic, Messi y Dani Alves. Incluso Luis Suárez hacía de pivote en ayudas constantes.



Rakitik, la diferencia.

El cambio tiene mucho que ver con la entrada del croata en la ausencia por lesión de Xavi. Estuvo en casi todas. Supo apoyar la embestidas, dar un plus defensivo y dar ese salto de líneas con sus lanzamientos en largo que tanto precisa el sistema. El interior derecho en este Barça es una especie de catalizador que da o quita velocidad a la elocuencia del equipo, pues la demarcación, en el encuadre, y por perfil, es la orientada para ello. Cuando está Xavi en esa posición, por su naturaleza, el tempo se amansa y propicia más control y sosiego. Cuando está Rakitic la fluidez es radicalmente opuesta, el juego es más vertiginoso y profundo. Todo lo cual hace que este Barcelona de Luis Enrique, en su propia indefinición, infiera en la bipolaridad.






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