viernes, 16 de enero de 2015

EL TIMES SQUARE









El Times Square.


La luminiscencia dorada, los flashes, y la parafernalia engalanaban el Bernabeu conmemorando los recientes fastos, organizados por el club para exaltar el premio individual obtenido por su gran figura. Aunque sea por unos minutos, no era el momento frente al equipo más sólido y rocoso del planeta. Capello era rotundo; los homenajes nunca antes de un partido. Para toda esa aparatosidad de paneles y brillos más propios del Times Square neworkino, los jugadores del Atlético llevaban dos o tres minutos preparándose para competir de espaldas a todo aquello. El Cholo no olvidó en ningún momento que la eliminatoria pendía de una concentración exhaustiva, y debió avisarles de la importancia de no encomiarse a la ofrenda. Ninguno se dio la vuelta.





El ruido del vecino.



El público habló alto y claro: no tiramos la copa. Los jugadores parecieron meterse inducidos por una eliminatoria sobre-avivada desde el accidente de la ida. Empieza a molestar el ruido del vecino.  Da la sensación, que, pese a toda la parafernalia creada en Concha Espina desde la 6 de la tarde, y todo el ambiente posterior en el campo, los jugadores por muchos ademanes que mostraran no creyeron nunca en la Copa, y por ende en la azuzada eliminatoria. La primera jugada lo corrobora; Koke se aprovecha de un titubeo propiciado por la falta de concentración, y mete un pase interior al enorme espacio que se abre entre los centrales en la salida y la espalda de Kroos, que fue a parar al más rápido; Griezmann, -inmenso toda la noche- y los centrales del Madrid se encontraron con un dos para dos. Pepe no logró anticipar y Ramos quedó vendido. El gol sacó a la hinchada local del luminoso Times Square para devolverla a la fría e intempestiva noche madrileña.




El renacimiento del Niño.


Cuando Simeone pidió la vuelta del "Niño" muchos apelaron a la pasión como motivo. Pero analizando sus características ya se podían ver la intenciones. La noche de ayer refuerza esa teoría. Cuando un bloque vive tan bajo y a 60-70 metros de la portería rival, va a necesitar un especialista de los espacios. Un jugador inteligente que sepa administrarlos; dibujar desmarques de ruptura cuando se requiere despliegue, abrir el campo en las transiciones o aguantar la pelota para orquestar la subida de todas las líneas al ataque, organizar presiones diferentes para cada momento del partido. Para todo eso no hay un jugador más capacitado que Fernando Torres. Además ayer hizo justamente lo que no se le pedía; decidir partidos: definir. El gol. Algo que parecía haber perdido con los años, pero ayer dio que pensar que lo que realmente había perdido era la sonrisa para marcarlos. Uno para cada comienzo de cada parte, no vaya a ser que cuajara en los jugadores todo ese imponente escenario.



El juego blanco.


Al Madrid, cual Séptimo de Caballería, no le sienta nada mal luchar con una flecha en el hombro, y desde el gol y hasta final de la primera mitad, puso en marcha un asedio asfixiante y sostenido. Ante la necesidad de generar jugadas de gol en espacios reducidos, Ancelotti mandó acabar las jugadas, y hacerlo con centros exteriores intentando que alguno de sus superdotados -Bale, Cristiano, Ramos- cazara alguna pese a que el Atlético es un autentico especialista en despejes. Fuere porque carece de una organización, o fuere porque estos futbolistas no interpretan estas situaciones con naturalidad, la única respuesta que proponen al bloqueo es la fuerza bruta, la irrupción por arremetida. Una de esas le dio la razón a Carlo. Pero ayer se necesitaba mucho mas que una. El juego entre líneas por dentro sería la solución, pero entre que el Atlético cierra cualquier espacio o línea de pase, y que el Real Madrid solo tiene a Isco y Bencemá ayer como especialistas (Modric tampoco está), el equipo insistió en la archiconocida vía del desmelene y los lanzamientos a la olla. El gol de Ramos significaba tres más. Algo imposible para cualquier equipo, menos el Madrid. Ni siquiera la defensa revestida del Atlético de Madrid podría resistir algo así; 15 remates contra uno a la primera media hora de juego. Pero resistió. 



El desenlace.

Nada más comenzar la segunda mitad Torres volvió a aplacar con su inteligencia el gentío. Volvió a triunfar la infusión del Cholo de entre partes. Y luego con la entrada de Arda se confirmó el hambre insaciable de este Atleti. Buscó la victoria en el sitio más difícil. Y sin reparos. Cada balón  tenía consigna clara; a Turan. La facilidad con que lo mantiene escondiendolo y zafando presiones es insultante y exasperante para el rival. Y la sociedad que hace con Koke, -su facilidad para ocupar espacios y habilitar pases para mantener la pelota es descomunal- hacen de esos minutos de ventaja finales un arte propio. El golazo de tiralíneas de Ronaldo fue más de orgullo que real. La gente comenzó a mirar al futuro. En el mal menor. Que es mejor perder en la copa y tener dos meses de descanso entre semana. Que viendo como están algunos jugadores llega como un soplo de aire fresco.








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