domingo, 14 de diciembre de 2014

12 POSTES, 13 GOLES.






La película.


Los tres últimos partidos culés fueron los más faltos de aptitud y control de todo el año. Sólo Messi en plan afilador maquilló los resultados. Máscara y línea de ojos para el trasnochado. En el Coliseum, el argentino, se sabía de memoria la película que tocaba, se le viene dando de fábula en esa especie de fárrago que empieza a instaurar "El Lucho" como vía. Los genios en la anarquía dilucidan. Pero esta vez iba a ser diferente. Se encontró giros argumentales inesperados.



1) La lluvia.

Bote duro, velocidad inestable y pelota autodidacta. El campo fue pura inquisición. El mayor enemigo de la precisión y la fluidez. Fue como un profesor anunciando examen sorpresa.


2) La ausencia.

Con un tenor de menos (Neymar Junior) -el socio de Leo- el rival no dudaba hacia donde tapar. Luis Suárez alternado de nueve y cayendo al sector izquierdo no representa, por falta de hábitos, una amenaza generando jugadas.


3) No tuvo el día.

Messi anduvo otra vez cabizbajo. El entorno desfavorable le devolvió a esa realidad de desconsuelo. 12 postes, 13 goles en lo que va de temporada. Y su émulo doblándole. Paridad clarificadora. Como si el infortunio, a cada golpe de palo, le recordara el ineludible destino.



El Getafe.

Contra lo tuvo muy claro; un 4-5-1 cuya intención era no dejar espacios entre la línea de cuatro y la de cinco, y Sammir en plan cazador solitario. Que ninguna camiseta blaugrana pudiese recibir en esa zona fatídica -entre líneas- para los rivales donde Messi & Cia encuentran el filón. Dos líneas muy mansas que dejaron algún hueco. Si la delantera culé hubiese estado algo menos pesada, estaríamos hablando de otra ablución facial.



Reencuentro.

Andrés, con la contraseña, sustituyó a Rakitic. Se puso de interior izquierdo y el Barça se reencontró algo consigo mismo -el 4-3-3 ya de por sí ayudó- . Xavi se desplazó al derecho y Messi subió un escalón. El Getafe ya daba síntomas de fatiga y el Barça, con el manchego, encontró algo de velocidad, supo posicionarse, e iniciar. Dar el pase preciso que desarbolara el entramado azulón. Y ya de paso que Leo frecuentara zonas de remate y así ser redentor habitual. El Barcelona se miró al espejo y se reconoció al pisar área. Ahí se atisbó la victoria.



Luis el transformador.


Aquí vino la rareza: al ver que el gol no llegaba, y que Leo, más arriba, la tocaba menos, pues esas zonas ya las ocupa Luis Suarez, Luis Enrique se incomodó. Prefiere a Messi cuantificando que optimizando, así que le recuperó en su rol de interior derecho en funciones, y en virtud de ello procedió a colocar a Xavi como interior izquierdo, e Iniesta, que es más dinámico, se fue a vaciar el derecho. Y poco más se supo del Barça... Otra vez se trastocó su orden y su jerarquía. Y el propio equipo lo advirtió y bajó los brazos ante un Getafe con flojeras.







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