domingo, 2 de noviembre de 2014

QUIERE Y NO PUEDE








Un periodista le preguntaba nada más concluir el partido. Con gesto contrariado y cabeza medio gacha, Mascherano se tomaba unos segundos macerando su respuesta. Optó por la autocrítica que sabe necesitan. "Sabemos que no hemos jugado bien, no hemos estado a la altura". Nada que no haya sucedido en muchas ocasiones. Desde hace 2 años hacia aquí, el retorno a la normalidad de un equipo regido por la excelencia colectiva comienza a ser una realidad difícil de contraer. Ninguna novedad, sólo es noticia perder dos veces consecutivas. La novedad de anoche estuvo en no marcar. Algo en lo que intervino el infortunio y 4 postes.  Ahora da cierta sensación de mortal que depende de el acierto. Sobretodo del de su tridente. Los sistemas sin asentamiento, hasta conseguirlo, viven de las individualidades. Ha perdido hábitos decisivos como el juego ultra-posicional y el alto tono físico. El Barça ya no invade el área rival, no vuela, no presiona. No acosa ni asedia al rival como antaño. Y los cambios que se prometían esta temporada se quedan a medio camino atragantándose, por eso de la división entre los clasicistas y los progresistas, entre recuperar esos hábitos o mirar al futuro con predisposición al cambio.

Dos partidos de Luis Suarez y dos derrotas. No es casualidad aunque su participación ha sido buena. Quiere y no puede. Muchas pérdidas condenan a la desconexión con el juego al equipo, y el uruguayo perdió 22 balones. El dato evidencia que acoplar una pieza lleva su tiempo. Y provocó las contras que no se esperaban. Desilado y trabado en la salida, que era una de sus principales virtudes, el equipo intimida más tras el error del oponente -algo que denota que ya no domina- con sus tres delanteros, que con las riendas y el control del partido. A los azulgrana le viene de fabula que su adversario, como el Celta de Berizzo, se sienta cómodo en campo contrario en el toque. Algo que derivo en un Barça contragolpeador. Luis Enrique, que conoce a su ex-equipo como una madre las andanzas de su retoño, planteo ese partido de transiciones rápidas. Sabía que en ese contexto se llevaría el gato al agua, pero  la única circunstancia que no se puede gobernar -la suerte- tomó sus designios. 

Y el entrenador contrario, que también jugó. Meter a Rafinha y Rakitik eran para incentivar esas transiciones rápidas que llevaran el balón al tridente blaugrana,  pero Berizzo que lo leyó bien y dibujó un planteamiento lo suficientemente valiente, sabía que el peso de la salida caería en Sergio Busquets, que se incrustaría entre los centrales si el doble pivote celeste hacía buena presión. Eso provoco que los envíos, Rafinha y Rakitik, los recibieran muy alejados casi siempre por sistema y de espaldas a portería, y eso, dadas sus lides, facilitó el trabajo de los centrocampistas rivales. Luis Enrique empieza a dar síntomas de escaparsele ciertas coyunturas. Domina bien muchos aspectos como la motivación, el planteamiento y la actitud, pero algunos detalles tácticos y su incapacidad para adaptarse al desarrollo del partido le han condenado cuando el rival adquiere entidad.



Y Messi... que con 20 metros más alejado del gol ya no tiene el poder de decidir como cuando le dio a un Barça ya mortal la liga de los 100 puntos frente al real Madrid de Mourinho, cuando estaba en su esplendor. El argentino ahora manifiesta sus intenciones pero las distancias se lo impiden. Toma el protagonismo, pero su nuevo hábitat se ha convertido -el rival ha aprendido a taparle ahí también- en jaula y castigo. Otro que quiere y no puede.



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