lunes, 6 de octubre de 2014

PORQUE CUANDO LA COSA SE PONE FEA ELLAS NUNCA FALLAN.







Hombres y mujeres provienen del mono. No hay tanta diferencia entre géneros, no tanta como aparentamos. O al menos no se nos hizo con ese principio. Es más el estigma cultural  y social. Las diferencias, aparte de las evidentes, son muy pocas. Solo la evolución ha dispuesto algunas. Diferencias en las cuales el hombre a salido peor parado. La fortaleza física nos abocó pronto a la caza y desarrollamos, en el cerebro, el hemisferio frontal y el trasero, conformando más conexiones entre sí. Entre las virtudes de dicho funcionamiento se encuentran mayoritariamente los reflejos y la destreza. De ahí que nuestra ocupación siempre haya sido más ejecutoria. Las mujeres, por el contrario, utilizan más el hemisferio izquierdo y derecho que los hombres, zonas encargadas de la racionalidad,  de actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia. Atributos que las convierte en mucho mejores para la inteligencia emocional y el liderazgo que los hombres. Pero que en disciplinas deportivas no son las más adecuadas. Pero si se benefician de otros que si servirían, y mucho, para la competición. Poseen un espíritu de lucha y sacrificio mayor al del hombre, son más tenaces, soportan mejor el dolor y tienen una disposición resolutiva mayor para el análisis y la intuición. ¿Porqué entonces en casi ningún deporte son más fuertes? ¿No deberían de haber evolucionado más en las diferentes disciplinas? 

Seguramente si. Pero soportan el peso de la responsabilidad consaguínea desde muy temprana edad. Su prematura madurez para las dedicaciones de mucha más importancia las apartan pronto de los juegos. Naturaleza selectiva. Simple desinterés. Dicho de otro modo; las mujeres también nos ganarían en deportes si quisieran. Anoche lo corroboraron Laia Palau, Alba Torrents, Laura Nicholls, Marta Xargay, Anna Cruz, Silvia Domínguez, Nuria Martínez, Laura Gil, Leticia Romero, Leonor Rodríguez y Lucila Pascua. Lo que no consiguieron en el baloncesto masculino con sus estrellas- llegar a la final-, lo hicieron nuestras chicas. 


El deporte sería un lugar mejor si lideraran más mujeres. Por la racionalidad de la que hablaba. Su capacidad de liderar con más sensatez. Pasa igual con los gobiernos. Pocas hay al mando. Ahí está la Merkel... qué pobre representación indigna del buen feminismo aunque vierta cierto resquicio de luz en los oscuros dogmas universales. El mundo es como es, diabolicamente parabólico. Si no fuera por esas mujeres que hay detrás de cada gobernante, todo sería un despropósito aún mayor. Y si no, ahí están las vidas de los solteros, que no saben muy bien hacia donde van.  El mundo mejora cuando las mujeres nos recuerdan que los ángulos rectos son demasiado evidentes. Los obtusos nos limitan el contorno. Que la fuerza bruta es potencia sin control, que la mano fémina casi siempre deja rastro de inteligencia. Que el poder matriarcal es la fuerza motriz de todo nuestro universo. Si algún día el deporte se libera del oropel y de la parafernalia, entonces será un lugar mejor. Obtendrá su necesario equilibrio. Como en la vecindad. Alguien debería contárselo -no decírselo- a los Nadal. Impartirles un curso de valores deportivos, valga la ironía. Pero la naturaleza selectiva nos negó la razón y lo intentamos compensar con truculencias. Quizá fue un designio. Quizá milenios de vida primitiva, donde la mujer requería de herramientas de manutención, nos condenaron a la simpleza del pertrecho y el instrumento.



Ayer los tiempos le devolvieron cierto reconocimiento a su figura con esa medalla. Se lleva tiempo hablando de que el futuro del baloncesto en nuestro país pasa en buena medida por el baloncesto femenino, el primer deporte en cuanto a fichas federadas de chicas y mujeres de España. Sin hacer ruido ha superado las espectatívas. Pasó, valga la metáfora, lo que nos pasa en el día a día, que al final las que nos sacan las castañas del fuego son ellas con su tenacidad y su espíritu de lucha. Sin reconocimiento pero con resultados. No podían defraudar en su oportunidad en el recio y machista mundo del deporte. Porque cuando la cosa se pone fea ellas nunca fallan.




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