miércoles, 17 de septiembre de 2014

AMOR PASIONAL







Es sonar el himno de la Champions y la exigente grada se convierte en un buen anfitrión. Es su panacea. El refugio de su nobleza. La aguas turbulentas se tornan mansas, los nervios aplomo.  Es una atracción tal, que ya se sabe lo cambiante que es la condición humana en sus correspondencias. El tendido siete se convierte al optimismo. Ese sector apalancado especializado en reprender con exigencia el amor no correspondido que tan acostumbrado al juicio está -y que a tanta estrella propia ha estrellado-, pasa a ser condescendiente. Lo que tres días antes era bronca, se convierte en idilio cuando aparece la deseada orejona en el horizonte.



La vuelta a su hábitat y la undécima son motivos para perdonar las afrentas y mirar al futuro con ilusión. Hay relaciones que están condenadas al entendimiento. Pero hay otras que consumaron sus últimas coyunturas y ya no hay vuelta atrás. Los sentimientos en las relaciones, si no los cuidas,  se agotan. Son como el agua en el desierto. Mientras tengas te da vida, pero cuando consumas agonizando sus últimos goteos, y eso ocurrirá tarde o temprano, sabrás, aun que te aferres a ellos, que tu destino te lleva a un fin ineludible.

Con Iker parece haber pasado. Los nuevos tiempos de urgencia le devoran en una grada que, mientras unos cantan "como no te voy a querer", otros le recuerdan lo agudo y humillante que resulta el sonido del viento en tu propia casa. Lo doloroso de la saña del fanático en su acúfeno. Es la necesidad de nuevas debilidades, regenerar estímulos. Y el astío de la monogámia. Quince años son muchos para la pasión. 


Quince años hace ya desde que asomara, un tímido e imberbe chico de tan solo 17 años, al mundo urgente del fútbol. Pero ahora  aguarda Keylor su momento como lo hizo aquel chico en el 99. En este país la bronca parece ser la forma de expresar. El amor pasional es lo que tiene. Su muestra inequívoca; su transmisor, que como un amor adolescente, bebe a tragos ingentes y no acepta el balbuceo en su apresurada carrera abocada al fracaso. O estás con todo o estás fuera. Siempre tiene fecha de caducidad, se consume a un ritmo casi fugaz, como hoy todo.

 Fue bonito mientras duró... si, pero que amargo es el desenlace. Y que pena no aprender de las tenencias estables. Que pena para no perder lo que tanto cuesta ganar.






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