miércoles, 27 de agosto de 2014

UNA CATEDRAL DIFÍCIL DE PROFANAR







El ritual comienza en los días grandes de fútbol en el céntrico vial Pozas. Una calle que desemboca en San Mames como la ría en Algorta. El cometido entre el céntrico vial y la corriente que sirve de desembocadura del río Nervión es equidistante, ambas portan una masa incontenible hacia un destino inexorable. Anoche un pueblo hacía un monumento al fútbol en la máxima competición europea, jugando sus chicos, con tal espíritu, que ninguna constelación de estrellas mundiales hechas a golpe de talonario podrían con su fortaleza. Mientras rugía una catedral de reestreno asaltaron algunas dudas en el juego cada vez que el equipo de Benítez salía al espacio,  sobretodo con el gol de Hamsik nada más comenzar la segunda parte. Se veía enfrente un equipo que sin demasiados alardes pero que en la parte de la doctrina no atisbaba dudas, sabía muy bien a lo que jugar. Pero la noche iba a dar un giro esperado. Ahí cualquier equipo, cualquier afición se hubiera cubierto de dudas tras el golpe. Remar a contracorriente en una noche en que te jugabas entrar en el olímpo de Europa o quedarte fuera zarandea a cualquiera.


 Pero a los vascos no, su carácter curtido por las insidias de su clima tempestivo y los conflictos históricos continuos han hecho de su índole un talle difícil de doblegar. Sobretodo en contextos como el de anoche, donde todo era una guerra de nervios para corazones fuertes. Desde ese momento(el gol rival), dio un paso al frente y se mostró más valiente que en ninguna fase inducido por un empuje único. Como si se despojara del la losa que supone un partido calculado, como si  eso no fuera con ellos. Se metieron de lleno en el encuentro sin reservas, ya no valía  el 0-0, solo buscar la épica. Entonces se supo manejar de fabula en un estadio que mira al futuro ávido de gestas y propicio para ellas. Fue dueño de todos los aspectos del juego: todas las porfías, balones divididos y detalles pasaron a su poder. Y ya se sabe lo que pasa en partidos a vida o muerte; el que aventaja en el pulso firme e ideas claras se lleva el gato al agua. Todo eso se evidenció en los dos primeros goles de Aduriz, que no dudó en ningún momento de sus posibilidades, al contrario que los hombres de Rafa, que entraron en una especie de fase que consistía en dudar cada vez que se veían asediados de ese ímpetu y esa seguridad de la que presumen los leones. Seguramente les amedrentó un ambientazo que no se habrán encontrado muchas veces. Anoche Bilbao vivió una de esas noches que colmarán de orgullo las batallas rememorando la dicha. Y sin salir de casa para fortalecerse, San Mames es una fortaleza para creer, una Catedral difícil de profanar.










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