jueves, 1 de mayo de 2014

PONGAMOS QUE HABLO DE MADRID





 Nunca me imaginé que escribiría esto: el Atleti es el segundo finalista de la UEFA Champions League. Madrid capital de Europa. Lisboa capital de la península. El fútbol baila a ritmo de chotis. Ya por el Atleti no lloramos cuando pierde. Y a menudo nos llegan lagrimas de alegría. La victoria es tan emocionante, tan extraordinaria 40 años después, que viene cargada de evocaciones y recuerdos. Recuerdos de "El Pupas", que ya no tienen razón de ser. Para bien o para mal, ese musculo sufridor y quebradizo que estaba acostumbrado a la derrota, que había creado una especie de defensa ante tanta desilusión, ha cambiado estos últimos años. Ahora ese corazón erránte late inalterable y orgulloso. "Si el gran Espíritu hubiera deseado que yo fuera un hombre blanco me habría hecho blanco... ¿Es un agravio amar a mi pueblo? ¿Soy malvado porque mi piel es roja? ¿Porque soy un Sioux? Dios me hizo un indio." (Sioux Hunkpapa.1837-1890). 


Los indios rojiblancos volvieron a sentirse colmados y orgullosos después de muchos años de sufrimiento. Ese orgullo rojiblanco del que tanto nos gusta presumir. Que es como un sentimiento identitario, que lo reconoces fácilmente. Veinte años no son nada dice la canción. Cuarenta que se lo pregunten a los colchoneros. Cuarenta años sin oler la gloria que voló esa noche de 1964, en la que Luís Aragonés nos daba la victoria a un suspiro del final, para que segundos más tarde... el zapatazo fatídico del alemán de nombre impronunciable nos privara de la gloria en los 30 metros más funestos de la historia colchonera.


Cualquiera en su imaginario, ayer, cuando a la mente venían los nombres... Stanford Bridge, Mourinho, Semifinales de Champions...debía asaltarle alguna lícita duda. Pero la duda se fue disipando conforme avanzaba el encuentro y el Atlético se iba haciendo cada vez más grande. Anoche el equipo fue una sublime orquesta afinada. En los bajones simultánea. En las subidas explosiva. Nadie desafinó. Las cotas de solidaridad de este grupo llegaron a alturas insospechadas. El guerrero no es alguien que pelea. El guerrero, para nosotros, es aquel que se sacrifica por el bien de los demás. El sacrificio y las ganas fueron un obstáculo insalvable para la batalla a la que se enfrentó el Chelsea ayer. Su singular dogma fue una losa para el equipo de Mourinho, que tiene un equipo poderoso, una estructura sólida, pero que carece de la fe inquebrantable del rival de anoche. Los Blues no creen tanto en lo que hacen, no sienten la misma pasión, no gozan de la misma ilusión. Ayer se podía palpar. Nunca fue capaz, ni futbolisticamente ni moralmente.


El encuentro estuvo más o menos equilibrado hasta que Thiago decidió cambiar el signo cuando rompió la estructura del Chelsea con un pase impresionante de 35 metros. Además acabó en gol. A partir de ahí en la segunda parte, y con Koke en plan jefe Sioux, comenzó a hacer jugar a todos. No se encerró, decidió dar un paso al frente, quizá oliendo el miedo que debió asaltar al Chelsea cuando vio a Koke y los suyos, sorprendido, con todos sus registros. Se giraba, tocaba, abría, cerraba. Ni cuando el equipo madrileño decidió abrirse para dar amplitud y tocar la octava sinfonía de Beethoven, dejó de ser un grupo compacto y versátil. Era un acordeón. Pero lo que le está haciendo legendario a este grupo es la finura que muestra cuando tiene la pelota. Porque sus características parecen incompatibles con lo exquisito, pero nada más lejos. Habíamos visto defensas estoicas, presiones salvajes, contraataques poderosos y jugadas a balón parado llenas de creatividad, pero cadenas asociativas de más de diez toques con la sutileza, la seguridad y la soltura del equipo más técnico que se nos ocurra… eso es una novedad que se escapaba de la compresión colectiva. El Atlético lució un abanico de registros que el rival no pudo contrarrestar. Cuando las circunstancias eran muy desfavorables, gol en contra, y jugar fuera del Calderón, cogió las riendas del partido, nole quemó una pelota que nunca dejó de ser un diabolo a merced del malabarista. Nunca desde el gol les pesó el escenario. Ni el gol. A partir de ahí fue el más fuerte, más confiado y mas estable. Supo aportar al encuentro en todo momento lo que requería.

 Otro baño a un histórico. Ya van 4; Oporto, Milan, Barcelona y Chelsea. Ojito con los indios en Lisboa. Allí va estar la afición al fútbol de Madrid. Con la oportunidad de encumbrar nuestra ciudad. De tomarnos unas cervezas las dos aficiones juntas como lo hacemos en la calle huertas. De cantarle a la orejona el: 

"Madrid, Madrid, Madrid, 
Cuando llegues a Madrid, chulona mía
voy a hacerte emperatriz de Lavapiés;
y alfombrarte con claveles la Gran Vía,
y a bañarte con vinillo de Jerez.
En Chicote, un agasajo postinero
con la crema de la intelectualidad
y la gracia de un piropo retrechero 
más castizo que la calle de Alcalá". 








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