domingo, 18 de mayo de 2014

LAGRIMAS DE JUSTICIA






Tres super equipos, con un presupuesto de entre los tres de 1.200 millones de Euros, pero a espensas de que el rival falle. "Ahora comienza el juego del error" replicaba el "Tata" allá por el mes de Febrero demostrando que es un hombre de fútbol, de los de verdad, dejando la frase más elocuente de lo que ha sido la temporada. Un juego del error que nos ha tenido en vilo hasta el final. Y que parecía como predestinada a vivir un relevo en el templo del último campeón, en el último suspiro, para pasar el testigo de la victoria al equipo que menos a fallado, que más lo merecía. Como si el destino dejara claro quien dispone en la fortuna. Que a veces no basta para los equipos con el trabajo y la calidad. El fútbol, en un instante, en un capricho, te da o te quita como una balanza en el límite. Y a veces hasta es justo. Eso fue el gol de Godín, el fallo garrafal de la defensa culé, que decantó la balanza de la fortuna hacia el lado rojiblanco. Una balanza que estaba del otro lado con un gol de Alexis; el hombre cuestionado -sobretodo en la definición-, que trazó el chut del año. Entró por el único resquicio, si es que lo había,  de la portería del gigante Courtois. 

Cualquier otro equipo, con todo un estadio oliendo la sangre que podía provocar las circunstancias: las dos lesiones, el gol en contra, un escenario amedrentador... se hubiese venido abajo. Pero el Atlético demostró hasta el final su entereza y su fe. Si hasta ahí había jugado bien; ordenado, intenso y solidario (ninguna novedad), a partir de ahí saco fuerzas extras. Koke y Villa hicieron un trabajo sucio que cualquiera que haya jugado a ésto admirará por encima de cualquier virtud. La presión y triangulaciones en campo contrario predominaron en los últimos minutos del primer tiempo y casi todo el segundo. Hasta que la mezcla de cansancio y de miedo a conceder un contraataque fueron haciendo replegar al Barça para minimizar cuantos más espacios mejor. Como inyectando el antídoto que neutralizara el juego culé. Astuto Simeone hasta el final también. Así expulsó a Messi de la zona de la peligro, aumentando su presencia en el juego pero dejándolo sin influencia dañina alguna. La que tampoco tuvo Iniesta en ninguna fase del duelo, ni antes ni después a pesar de intentarlo insistentemente. Sorprendió. El centrocampista culé suele crecerse en el descontrol con sus giros, conducciones y regates, pero su irregularidad no está exenta de surgir incluso en escenarios de este tipo. Aún que, eso sí, fue el único que habló y dio la cara, durante y después del partido. Parece el único que se resigna al cierto astío que impera en el vestuario, al final del ciclo más grandioso y productivo. 


El Atlético campeón 18 años después... sufriendo, no podía ser de otra manera. Entre lagrimas de alegría, la únicas que fluían en la grada. Los jugadores lo mismo, no había euforia ni efusividad, ni la rabia y la ira que suele aflorar cuando consigues algo en lo que nadie creía.  No le quedaban muchas fuerzas tampoco después de un año exasperante. Las fuerzas solo les alcanzaban para abrazarse entre lagrimas de justicia. Dieziocho años de espera habían merecido la pena. Quizá aún distantes de asimilar una de las mayores proezas que ha protagonizado el fútbol. Un equipo que parece recoger el testigo del Camp Nou con su rendición. Ahora el "Atleti" es el que goza de la salud de hierro que disfrutó no hace tanto la cuidad condal. El tercero en discordia, mientras tanto, vive entre la inconstancia. Capaz de lo mejor y lo peor. Eso que durante tanto tiempo, antes del "Cholismo", imperaba en la rivera del manzanares. Los papeles se van cambiando.





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