jueves, 22 de mayo de 2014

CARLES PUYOL; EL GUERRERO ANTIGUO ANCLADO EN EL PRESENTE.










Todos coincidiremos, hay pocas cosas más bonitas, más altruistas en el fútbol, que no habiendo sido titular en aquel partido pero teniendo el disfrute máximo de alzar una Copa de Europa, tener ese gesto; cedérsela al campeón de la lucha contra el cáncer. A tu compañero "Abi".  O recriminar a los chavales de tu equipo en una esquina de un campo modesto (Vallecas), que están bailando obscenamente y fuera de lugar. O quitarle el mechero que un compañero llevaba al arbitro como prueba de un público vulgar, recordándole su sitio. O quedarse cuantas veces fuera necesario frente al peligro en el campo, contagiando su espíritu. Unas veces ponía todo el cuerpo, otras todo el corazón. O insuflar el aliento que necesitan en una planta de Can Ruti los enfermos de cáncer.  
Carles Puyol o el guerrero antiguo. Siempre encarnó en Barcelona ese perfil necesario en un equipo de fino modelage. El Barça encontró en él ese infatigable defensa de aspecto leonino, a un feroz guardián necesario, del por entonces (en su aparición) orgullo herido de la entidad.



 Siempre supo hasta donde llega su papel. Como en el mundial, cuando después de meter el gol de cabeza frente a Alemania que nos metía en la final soñada de todo un país, esquivaba los micrófonos y los focos de unos periodistas en busca de un héroe. Luego, educadamente, les pidió disculpas, antes de explicarles que todo eso de heroísmos y patriotismos no iban con él. Siempre supo distinguir lo importante de lo vacuo. Cuando ceder el protagonismo. Por eso quizá se va. Aunque no sin antes haberlo intentarlo insistentemente en una lucha encarnizada contra la naturaleza. Su carrera es una carrera sin reservas, de magulladuras, de un cuerpo que encierra las insidias de la adversidad. De su maltrecha rodilla. De lidias contra grapas, puntos, placas de hierro,mil lesiones...  siempre se resignó al retiro.  Una lucha entre naturalezas que hemos tenido el privilegio de contemplar como espectadores, como el que contempla la inmensidad. Como su nobleza,su pundonor y su obstinación. El nunca rendirse. Se levantó tantas veces como cayó y ganó todo lo ganable a lomos de una determinación que le valió la admiración y el más profundo respeto de todos desde que, allá por el 2006 estrenara brazalete.

Carles es ese que, en frío, cuando ya ha pasado todo ese aparente ajetreo, le dice a un compañero..." Ánimo, se puede seguir peleando"... "fíjate en mí, estoy a tu lado"... Claro, para él todo eso era un mero juego.  Su padre con poco más de 50 años, trabajando un viernes por la tarde en una carretera cercana a la Pobla, su pueblo, cuando hacía el trabajo que podía haber abandonado hace años, la pala de la retroexcavadora que le dio el pan y el sustento volcó sobre él arrebatándole la vida. Lo pudo haber dejado muchos años atrás, pero esos no eran los valores de los Puyol. 









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