sábado, 26 de abril de 2014

TITO: EL CEREBRO A LA SOMBRA







Banyoles, verano de 1989. El F.C. Barcelona de Johan Cruyff se disponía a jugar uno de sus primeros partidos de la pretemporada en una jornada que a la postre sería histórica. En aquel partido de preparación debutaría su alumno más aventajado con tan solo 17 años. Nadie por aquel entonces podía imaginar que aquel bisoño y entusiasta chaval de físico delicado y fino cambiaría la historia del fútbol. Y que, además, para capricho del destino, sería substituido en la media parte por otro chaval, este, de porte más atemperado (19 años), que, aunque su nivel nunca alcanzaría las exigencias del Dream Team, sería decisivo e importantísimo a la postre en la sombra y para el ideario que ya por aquel entonces se estaba fraguando. Fueron los primeros pasos de Pep Guardiola y Tito Vilanova, la presentación al mundo de la pareja que 20 años después cogería las riendas del club para potenciar la idea que La Masía y el fútbol de Johan habían impregnado en sus adeenes. Pocos por aquella época podían ni siquiera pensar que aquel estilo preciosista y de toque que crearon dominaría el fútbol durante muchos años. El famoso A.d.n Barça imperaría de forma aplastante para dejar huella y crear el equipo que ha practicado el fútbol más sublime, bello y ganador de la historia. 

Desde que se conocieron de pequeños conectaron. Los dos venían de pueblos pequeños de la Cataluya rural; Pep de Santpedor, un pueblo situado al norte de Manresa, en el sector más llano de la comarca del Bages. Tito de un pueblo de 600 habitantes en el corazón de Girona: Bellcaire de L’Empordà. Tenía el "teremnà"  que conservan en el Empordà, un carácter seco y cortante, pero con la honestidad y la dignidad de la que no todos presumen en la Cataluña barcelonesa. Dignidad con la que creció en su pueblo en una familia de "payeses". Heredero legítimo de los valores  arraigados que hablan de la tierra Catalana, de la vida sencilla y del sacrificio del campo. Así creció y vivió. Y así murió, con los valores que le distinguieron; educado, reflexivo, trabajador, sencillo y leal. Su carácter  atemperado y afable cuajó bien siempre con los chicos de la Masía. Como entrenador de categorías inferiores ya cautivó a la generación del 86 -Cesc, Piqué, Messi-, dejando un legado de éxitos y cariño que más tarde le valdría de aval para coger las riendas de la plantilla del primer equipo, donde también gozó del cariño de todos. Su prisma sencillo y directo se agradeció después del convulso ajetreo de los años con Guardiola como primer entrenador. Esa paz que evocaba siempre vino bien para un club en constantes dilemas. Además, conocía a la perfección las claves y entresijos del éxito de aquel grupo. Fue el relevo perfecto para encarnar la transición continuísta post Pep y de paso conseguir la liga con más puntos de la historia del F.C.Barcelona, ganándosela al Madrid más fuerte y vertiginoso de los últimos tiempos.

Sus ideas revolucionarias e innovadoras de lo que en un futuro quería hacer, solían ser el motivo de las largas charlas futboleras en la Masía. Charlas en las que siempre aparecía Guardiola, compañero y amigo que le acompañó siempre y con el que le unió siempre ese entusiasmo y amor por lo que hacían, ese obstinado ideal de aspiraciones que urdieron desde muy pequeños.  Pep era todo pasión y entrega, Tito, era el estratega y el planificador. El sosiego y la frialdad. Quizá por eso siempre se complementaban. Su carácter discreto, metódico y sereno siempre ayudó a apaciguar las brasas que dejaba el de Santpedor con su vehemencia. Cuando las cosas se ponían feas era habitual ver la imagen de Guardiola recurriendo a él en los banquillos cuando necesitaba de su capacidad de análisis, su templanza para las decisiones que con frialdad tan bien manejaba. Juntos escribieron la página más imborrable de la historia barcelonista. 


Le unió siempre al Barça su pasión y su amor por el juego que nunca perdió. Ni en sus últimos días de lucha. El destino fue injusto con él. Nunca le dejó colmar su sueño completo, ni como jugador, donde nunca llegó a jugar en el Camp Nou, ni como entrenador, cuando la enfermedad, de forma cruel y retorcida, le arrebató el anhelado sueño cuando ya lo alcanzaba con la yema de sus dedos. Cuentan que en los últimos meses, con el estado de salud cada vez más delicado y sabedor de que cada vez estaba más cerca el final, se le podía ver en un palco privado del Camp Nou para ver a sus chicos. Con apariencia desavenida pero con la fuerza y la discreción que le caracterizaba. Con un gorro y un fular que tapaba los agravios de la cruel enfermedad, veía a sus chicos haciendo apuntes de lo que creía que debían mejorar, como resignado a desprenderse de todo aquello, aún seguro del inminente fatal desenlace, guardando un pequeño resquicio de esperanza como si esa actividad le mantuviera vivo hasta en los momentos finales. Esa pasión y ese amor por su familia y el fútbol le mantuvieron vivo en el inevitable deceso al que se enfrentaba. A otro, la enfermedad seguramente se lo hubiese llevado mucho antes, pero gracias a su coraje, y su obstinado e implacable espíritu de lucha, se mantuvo vital en sus últimos días, donde aguantó dignamente el final con su libreta y su lápiz de apuntes en las manos. La libreta de un estratega, un ideólogo con legado imborrable.













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