jueves, 24 de abril de 2014

LA PATATA CALIENTE







El Bayern casi invencible, la máquina arrolladora que dominó Europa aplastando a sus rivales, el vertiginoso que mezclaba salida larga y corta, creaba ventajas en banda para bombardear el área rival y aprovechaba la altura y potencia de sus jugadores, era el Bayern campeón de Jupp Heynckes. Esa era su distinción, las virtudes que les llevaron a lo más alto. Antes de eso, antes de afianzarse y proclamarse campeón en Wembley, se decidió desde la dirección del club en un alarde de ambición y de voluntad de adaptación adoptar el estilo del que se habían enamorado, -el estilo de toque que reinó en Barcelona y España desde 2008- como si su estilo de carácter fuerte, fútbol directo, y físico imponente, les hubiese aborrecido y quisieran acoger el "Tiki-Taka" para mezclarlo con la ingeniería alemana y así gestar un embrión que añadiera vistosidad y preciosismo a sus virtudes de toda la vida. Para eso, Pep era la llave. Traer "al creador", como se le conoce en Alemania, que en realidad es el potenciador para ser más justos, aseguraría la apuesta. Con la unión del entrenador de la creación al sistema, se plasmaron rápido sus maneras; un equipo más pausado y menos vertical. Juego posicional, muchos recursos tácticos, defensa más adelantada. En definitiva el sello de Guardiola: un equipo más junto y más técnico con la acumulación de centrocampistas y la premisa más orientada hacía el toque corto y el control. Tardó algo, -por la lógica adaptación y el idioma- pero empezó a dar sus frutos y arrollar tanto en Europa como en la Bundesliga. La mezcla siempre fue buena, y no podía ser menos en este caso. Los recursos se multiplicaron. El Bayern se hizo un equipo con más registros, más versátil.



Anoche sobre el césped del Bernabéu, en un arranque de fútbol de carácter sobrio e imponente, se corroboró todo eso. La presentación fue amedrentadora. Lo que hasta el momento era una afición entregada para la cita que esperan ansiosamente, pasó a enmudecer. Asaltó una duda que heló el Santiago Bernabeu y aparecieron fantasmas del pasado. Un fantasma de casco resplandeciente, talento innato y maneras de superclase, que ya había aparecido hasta en 7 ocasiones para turbar en el Bernabeu. Y entonces, tras un cuarto de hora en el inframundo de las apariciones, corriendo y no jugando, sin salida y con el run run del estadio, el esférico cayó en pies de Karim el Omeya, que hizo la pausa para habilitar al mago Isco, que al no tener solución decidió hacer uno de sus trucos ocultistas que tanto agradece el Madrid vertical de los últimos tiempos, para quedársela hasta que el "Bicho" Cristiano apareció nervioso con su porte para habilitar al resucitado Fabio, que ganó la carrera a Boateng. Para, con la posición ganada y con el ademán preciso de cabeza para ver al francés, dar el último pase de un contragolpe tan pausado como trascendente. Gol inesperado en la primera jugada trenzada de los locales.  Los contraataques del Real Madrid han adquirido  con el tiempo la perfección. Aúnan la pausa necesaria en las salidas, con la tromba vertiginosa de sus velocistas. Giró el partido para no volver a virar. Carlo respiró seguro a sabiendas de que desde ese momento luciría la habitual madurez, sobriedad y inteligencia de las últimas citas. El miedo mutó de equipo seguramente por la duda que asaltó al Bayern. Pensarían que si en la primera vez que el Madrid salía, asestaba tal hachazo... cuantos más podían ser. Y los blancos pasaron a dominar la escena que habían perdido. El gol les dio la seguridad que necesitaban para el plan que habían preparado.


Porque al principio, el 4-4-2 que dio seguridad y confianza en Mestalla fue su aval. Su entrenador les había colocado de la manera calcada. Solo con la aparición de Ronaldo por Bale. Pero había diferencias: el Barça es más incisivo en el juego interior, y con Isco, Alonso, Modric y Di María neutralizaron el juego rival. Pero el Bayern juega más  por los exteriores, con el peso sobre Robben y Ribéry, y, Guardiola se caracteriza por la obsesión constante de abrir el campo. En los primeros 15 minutos asesto un golpe moral al esquema que planteó el Real Madrid. Isco, volante izquierdo merengue, quedaba lejísimos de Arjen, y Alonso aún más . Lo que tardaban en llegar hasta él lo aprovechaba  muy estudiadamente el Bayern para subir efectivos y amenazar al Madrid por fuera. Y Kroos, Robben y la confusión táctica del centro del campo blanco tuvieron a Pepe y Sergio Ramos demasiado atrás para que tuviesen opción de cobertura en banda. Alaba y Lahm fueron un paso por delante y entendieron que la ventaja táctica residía en que la línea de cuatro medios blanca iba y venía de izquierda a derecha llegando a las dos bandas para el cierre, que no fructificaba, era benigna, y que entonces no podían aprovecharse del dominio aplastante porque no había nadie en el centro para descargar o crear superioridad. Philip Lahm y David Alaba, entonces, tomaron la iniciativa y empezaron a ocupar callejones más interiores para crear peligro. Recibieron e inquietaron. Pero entre que Carbajal estuvo sublime y los interiores solidarios, y que la premisa tenía una tara, -pues debilitaba la estructura defensiva roja para las contras blancas- la premisa no fructificó. Fue la clave para el virage que cambiaría el partido. Con el golpe del gol, se lo repensaron y frenaron sus subidas. Y con ellas su fe y su confianza. Entonces la línea de cuatro madridista cambió su concepto: lo que hasta ese momento había sido estrecho y cerrado, pasó a dividirse en dos células de dos hombres que se separarían mucho más: a la izquierda, sobre Robben: Isco y Alonso; y a la derecha, sobre Ribéry: Di María y Luka, regalando el centro donde el Bayern Múnich anda más manco. Entonces Coentrao y Carbajal dieron las primeras muestras de esperanza real a su equipo como primeros creyentes de que quizá el Bayern no era tal monstruo como se pintaba. Porque a partir de ahí vino la seguridad blanca. Los laterales se salieron, recibieron ayudas y dejaron de estar mano a mano contra los demonios. Subieron su agresividad y empezaron a regalarle metros al Madrid. Ahí, para mí, se gano el partido. Desde la agresividad que contagiaron las dos alas blancas. Porque el Madrid, ayer, lució agresivo mientras el Bayern dio la sensación de ser un equipo muy organizado pero con poca mordiente, falto de la agresividad que requiere una semifinal. Una agresividad que era santo y seña con anterioridad a la era Pep en Munich y que ayer echarían de menos.


Luego en la segunda apareció la sorpresa de Carlo. Sorprendentemente el Madrid salió con las lineas mucho más adelantadas, pasando de la prioridad de ocupación de espacios de la primera parte, a atacar arriba a los alemanes, que sorprendidos no tuvieron margen de reacción. El Madrid cogió las riendas del partido y atacó la salida Alemana para arrebatarles su bien más preciado, el balón, y una vez hecho eso  dominar el juego desde la tranquilidad que te da Isco, Modric y Alonso en el centro del campo manteniendo el control y reservando de paso energías. En la pizarra Ancelotti daba una bofetada al de Santpedor rompiendo la regla no escrita a partir de la cual el Bayern Múnich había cimentado su superioridad anímica en aquellos primeros 15 minutos. Con Alonso y Isco como protagonistas tiraron de asociaciones  para ganar metros y fútbol. Y de paso encontrar a Luka, que creaba ventajas de modo individual con sus giros sublimes y recursos inagotables en el 1x1, del que luego se beneficiaba el resto. Sobretodo Bencemá. El Madrid exhibió la magia que le falto a los de Guardiola. 

El resultado final hasta se antoja corto por las ocasiones blancas, que, si bien no fueron muchas más que las que tuvieron ellos, si que fueron mucho más claras. Las de ellos fueron tímidas excepto la que tuvo Gotze en el área que tan bien sacó Casillas. Con la confianza del lado blanco se vislumbra una vuelta durísima. Pero con el objetivo de marcar y no ser marcado tan importante en una semifinal conseguido. Y con la casi completa seguridad de que estarán Cristiano y Bale al 100%. El Madrid continuará con el sistema que tanta confianza y resultados le ha dado: el 4-4-2, y su convicción en el repliegue y contraataque como su principal potencia. El Bayern tendrá que ser cauto como en la ida y no ser demasiado vertical, porque un partido abierto no le interesa con los atletas acechando el espacio que deja el sistema de Pep. El problema es que el equipo se parece demasiado a su Barcelona para no tener un último pasador que haga bueno el sistema. Eso si, le ficharon para traer ese modelo y su plan está claro; tener la pelota lo máximo y no perderla. Guardiola solo entiende el fútbol a partir del balón. El balón como único organizador del sistema. Su amor por él le ciega cualquier otra posibilidad. La patata caliente la tiene él. Y la duda asalta a los alemanes: "¿Habremos hecho bien en adoptar el toque cuando teníamos el poder en Europa?" Se preguntan con la patata caliente en sus pies. El resultadismo imperante en este deporte dictará sentencia el próximo martes.







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