lunes, 28 de abril de 2014

EMPEÑO Y DEDICATORIA






Quizá lo más coherente y apropiado, después de los dos días más duros que ha vivido la familia barcelonista y del deporte en general, era aplazar el encuentro en el Madrigal. Difícil para los jugadores, sumidos entre lagrimas después de dos jornadas de despedida a una figura tan influyente y querida, enfrentarse a la más feroz competición. Pero la plantilla, como expoliada por las fatales circunstancias dio un paso al frente antes del partido sacando fuerzas de donde no las tenía, para honrar la memoria de Tito. Tito nunca se rendía, si algo le caracterizaba era su espíritu de lucha y seguramente hubiese querido que los jugadores jugaran este partido. Eso debieron pensar los jugadores cuando la federación y el propio Villarreal propusieron el aplazamiento. Así quisieron dedicar la victoria, haciendo lo mejor posible eso que Tito tanto amaba. El Barça ayer, aún sabiendo que la liga estaba imposible prácticamente, decidió que lucharían hasta el final como Tito lo hizo en sus últimos días, aún sabiendo el desenlace final.



El equipo futbolísticamente estuvo en consonancia con lo que vienen siendo esta temporada, acusando las mismas carencias. Volvió a ser el de los centros al área sin rematador, el de constantes jugadas condenadas, el de la acumulación de efectivos sin ningún orden ni profundidad, el que llega siempre tarde y mal al repliegue y con errores de bulto. Pero no se rindió nunca. Volvió a lucir una vez más esa amistad viciada con la victoria.  Mostró esa competitividad que hasta en las circunstancias más desfavorables encarna. Y las de ayer eran terribles. 


En el minuto 62 salía Fábregas. Tito, seguro, hubiese hecho ese cambio. Hubiese buscado la superioridad y la pausa por dentro para encontrar con paciencia la jugada inteligente. Él siempre confió en el de Arenys, es más, fue el principal valedor de su retorno. La manera de ganar y remontar el partido más parecía provenida desde el cielo. Incluso en los cambios, que parecían manifestarse desde el firmamento más que desde el mismo Gerardo. Como el gol de la victoria, donde un Busquets creyente y lanzado conectó con Cesc, que, motivado sabiendo que no podía fallarle a la figura que tanto le ayudó encontró a Messi, jugador en el que siempre creyó Vilanova cuando nadie imaginaba el monstruo futbolístico en que se convertiría, para culminar una jugada que rebosa empeño y dedicatoria de sus discípulos más estimados, que encarnan el estilo de Tito; esa conexión que tantas veces y desde pequeños tan cimentada en la insistencia habían dibujado. Es el guiño, el retrato perfecto de la figura de Tito, la jugada del toque, la paciencia, la serenidad. Solo así se puede explicar como demonios ganó ayer el Barça en Villarreal.










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