viernes, 14 de marzo de 2014

PARA EMOCIÓN Y CONTRA PRONOSTICO





Existen mundos ignotos en el fútbol, pero entre esos no cabe el derbi por autonomasia en España. Todos saben que su duración va más allá que cualquier otro, ya sea Athletik-Real Sociedad o Madrid-Barça. Semanas antes de su encontronazo, la ciudad entera se prepara como una cuidad tomada por ambos bandos en una guerra de trinchera.  Cada duelo, arranca con la usura vasallaje de las rencillas más litigadas. Hervideros fervientes de alegatos, balcones engalanados, discusiones familiares, bares tomados por sus feligreses...más que en cualquier otro acontecimiento en cualquier otro lugar. Fútbol de orgullo y una cuidad entera proclamando. 

El carácter sevillano así lo ha comprendido siempre. Luego el partido es un fiel reflejo de lo que el pre-partido instaura. Es imposible que alguien no se empape del ambiente casi bélico que precede a cada derbi. Un ritmo infernal que lleva la pelota de un lado a otro del campo sin que haya táctica capaz de frenar eso. Ahí solo los que combinan velocidad mental y técnica pueden dejarse ver. Fue el caso de Bacca y Rakitic, que no marcaron, y Baptistao y Salva Sevilla en el Betis, que sí lo hicieron. Y para disfrute del espectador, tras la tempestad inicial, no llegó la calma.Hay que dejar claro que un Sevilla-Betis también es especial en el análisis. Cada ataque se afronta con la intensidad y la tensión de una situación límite, de una autentica final. El mejor ejemplo lo tuvimos en los últimos cinco minutos de la primera mitad. Estos encuentros los gana el que conjuga mejor el acierto, la suerte y la tranquilidad. O como decía Luis Aragonés sobre las finales, las gana quien tiene claro desde el principio su cometido. Y así lo hizo el Betis.

Calderón cambió para salir con un 4-4-2 mucho más valiente en todos los aspectos. El planteamiento fue bueno. Buscó incomodar la salida de balón del Sevilla casi desde el principio, con un ojo siempre sobre Cristóforo, al que era clave cortocircuitar. Rakitic, visto eso, entendió bien que debía bajar a recibir pero los verdiblancos cerraban bien toda salida.  Y después, el Sevilla quiso atacar la conocida debilidad bética en las bandas. Debilidad que, por cierto, fue subsanada en gran medida gracias al derroche altruista de los extremos, Juanfran y Cedrick. Tanto Vitolo como José Antonio tuvieron un rol muy exterior en la primera parte. Generaron espacio a Bacca y se juntaron con los laterales. La producción ofensiva fue notable pero bajo palos estuvo un Adán sensacional en su noche de reivindicación. Y también en parte la de Baptistao, quien en un partido lleno de transiciones fue el faro referencia permanente de los suyos, apoyado en banda por las llegadas de Juanfran.

Emery recurrió a los dos delanteros y a su plan habitual para ataques estáticos; laterales metidos en campo contrario y Rakitic en el doble pivote y un extremo suelto entre líneas mientras el otro se queda fijo por fuera.  Pero el Betis replegó con inteligencia y aguantó aunque recibió ocasiones. El segunda ya no tuvo nada que ver con la primera parte. Calderón, viendo que Castro no estaba, adelantó al brutal Baptistao e introdujo a un Salva Sevilla que iba a gozar de espacios sí o sí. Y lo encontró con un gol de listo en el minuto 31. Entonces, Unai, para intentar derribar el muro, tiró de Marko reuniendo sobre el césped toda la calidad de la que disponía. Reyes y el propio Marin actuaron por dentro todo el rato, buscando añadir claridad a los ataques. 

Pero ayer si estaba alguien era N’diaye, que lo cortó todo, llegó a todas las coberturas. Tapaba una contra en la izquierda y al minuto estaba en la derecha como multiplicándose. Era una locura el despliegue del Senegalés. Las batallas que son este derbi historicamente se caracterizan por una intensidad salvaje los 90 minutos, incluso que van más allá de ellos, y el Sevilla, que había arrasado al Betis en las últimas confrontaciones, entre otras cosas, ayer no pudo porque N’diaye no quiso. Él fue la diferencia con otros derbis. La estrella. Nadie antes del partido, y eso es lo que lo hace grande esto, podía imaginar al Betis, después de ser vapuleado y goleado en los enfrentamientos con el eterno rival,  dar la campanada en casa ajena y con la seguridad de la que había adolecido. Pero así fue para emoción y contra pronostico.




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