miércoles, 26 de marzo de 2014

LOS 4 JINETES DEL APOCALIPSIS








Debido a diferencias políticas, dos familias provenientes de un tronco común, los Von Hartrott y los Desnoyers , se enfrentaron. Tras la muerte del patriarca, Julio Madariaga, los Hartrott se marchan a Alemania y los Desnoyers a Francia. Ambos terminaron combatiendo en la Primera Guerra Mundial en bandos opuestos. Es la novela "Los cuatro jinetes del apocalipsis" que discurre ágilmente por los escenarios dantescos, sobre cuyos desolados campos de batalla el gran vitalista que fue Blasco hace latir finalmente, salvaje e invencible, el deseo de vivir. Como Messi lo hizo en la batalla del domingo salvando a su bando. Donde los cuatro  jinetes del apocalipsis se reecarnaron por el lado local en Karim y Angel, y por el lado visitante Leo y Andrés, encarnizando una batalla que resultó aciaga para los dos en el desarrollo, pero que como en toda guerra, siempre queda un vencedor, que, maltrecho, se erige de entre los escombros como relativo triunfador en una rencilla que es un episodio más, al que le falta la batalla final en Mestalla.

El comienzo estuvo marcado por la presión asfixiante del Real Madrid sobre la salida de balón blaugrana. Los tres delanteros, los dos interiores y los dos laterales perseguían camisetas azulgranas hasta donde hiciera falta. Pero el Barcelona sin necesidad ya de tanta elaboración en fases del juego que requieren verticalidad, encontraba a Messi completamente solo, sin marcaje, obstáculo, ni vigilancia. Ese trabajo de mejora en ese aspecto es merito del denostado Tata. Y la estratagema de Ancelotti, que, sí o sí, acababa como poco en conato de ocasión. Bien en una portería o bien en la otra. Durante los primeros 10 minutos se vio un intercambio de golpes donde destaca más lo de Leo. Luego, Pepe y Ramos han cambiado su conducta al pasar de Mourinho a Ancelotti; antes mostraban una inercia a la hora de adelantar la línea e intentar anticipaciones que ahora ha dado lugar a un comportamiento más comedido. Eso estuvo en discordancia con lo que el sistema les pedía; que fuesen agresivos. Que diesen diez pasos hacia delante y recortasen la distancia entre ellos y Di María y Modric. Un auténtico latifundio donde Messi recibía a placer siempre que sus compañeros batían el acoso blanco y desde donde buscaba los desmarques de sus compañeros para ponersela en el momento preciso para encontrar la espalda merengue. Resultado: un harakiri. Salvaron el comienzo suicida entre Benzema y Marcelo, que ordenaron un poquito el ataque de los suyos para salir y el Madrid encontró a Di María en estado de gracia y abierto para buscarle las cosquillas a Dani Alves. Todo eso cuando el Barcelona empezó a tocar y el Madrid a contragolpear: cada uno en su hábitat vaya. El partido perdió la escasa seriedad que lucía. El “22″ se regateaba a todos y regalaba goles con una facilidad pasmosa. El Real se puso 2-1 y el Barça dio gracias. 


El Real Madrid tenía claro que le convenía un choque abierto y veloz, de ida y vuelta, donde el Barcelona sufriese su realidad competitiva. Y así fue. Pero no todo fue como esperaba el Real Madrid, o Messi no dejo que ese curso fluyera. Ampárandose en la debilidad física y defensiva del triángulo formado por Busquets, Xavi y Cesc, y su desgaste por los años al máximo nivel, los rivales, tienden a creer que en los partidos sin un control establecido, los partidos de ida y vuelta, no le convienen a los culés. La evidente lejanía del juego con respecto al que les hizo llegar a la exelencia decanta a opinar que al Barça le favorecen los encuentros cerrados y lentos donde existe sensación de control aunque no lo haya. Pero dicha línea de pensamiento obvia que Leo, el solito (o con la ayuda de Iniesta), es capaz de decidir hasta en el más fiero de los escenarios, y, que, además, ese vértigo le viene de fabula a su juego, como le  vienen de fabula los espacios, como ya ha demostrado en varias ocasiones esta temporada.  Daba igual el rival y el escenario; un equipo con 30 partidos como imbatido, con una seguridad defensiva afianzada y una proyección en ataque en vertiginoso ascenso, que al él solito le valió para asestar un golpe que tambalea los cimientos de Ancelotti, cuando hace un mes la casa culé parecía una ruina.


Y en parte el Madrid hizo lo que se esperaba; en ese ritmo acosó al Barcelona durante 15 minutos en los que pudo sentenciar el partido repitiendo una misma jugada con mismos jugadores: Di María y Bencema, que hicieron trizas a la defensa azulgrana como Messi e Iniesta lo hicieron con la merengue. Los cuantro jinetes del apocalipsis dieron rienda suelta a sus corceles. Eso desequilibró el encuentro hasta niveles nunca vistos en un clásico para bien del espectador y sufrimiento de los técnicos. Di María rompía por banda izquierda dejando en evidencia que Dani Alves que ha perdido su principal virtud; la de su absolutismo en su banda. Ya no aguanta las carreras.Y Bencema en el remate, que parecía descalibrado. Pero poco a poco, como contagiado por el incrementado entusiasmo merengue, fue afinando la puntería hasta marcar dos que pudieron ser más. En el lado blaugrana Iniesta, que estuvo inspiradísimo, aparecía por todas las zonas del campo con una frecuencia enérgica, y cada una de sus participaciones hacía la luz en el Barcelona de los apagones. 

Un aspecto muy influyente fue la ausencia de pausa en el ataque del Madrid. Para cracks como Modric,  Cristiano, Bale o Di María, tan efectivos en el uno contra uno y tan capaces de crear un gol con individualidades, debe ser muy complicado frenar contra el sistema defensivo del Barcelona. Seguramente veían muy fácil llegar hasta Valdés, y la verdad es que se pudo ver. Pero ninguno es Leo Messi, y lo normal es que vayan sumando pequeños fallos en el último pase, el último control o el disparo final. Y que que en esas pérdidas dejen vendidos a sus zagueros. Mientras que Messi lo más normal es que no perdone. El Real Madrid de Ancelotti, que es el que equipo más prudente de la Copa de Europa, fue corrompido por la vulnerabilidad de su rival y se convirtió en un suicida inconsciente al adaptarse al guión en el que figura un Barça vulnerable en la presteza. De esta guisa no solo perdió su formidable transición defensiva y cualquier virtud relacionada con el control, sino que menguó el potencial de alguno de sus futbolistas más importantes como Marcelo, quien por cierto estuvo raramente bastante bien en defensa pese al caos táctico. Como pasador no encontraba a quien dársela en corto y como llegador nunca le daba tiempo a sumarse al ataque porque el Real la arriesgaba muy rápido. Alonso y Modric también salieron malparados por la nula iniciativa. El vértigo que quiso imprimir no dio espacio para pensar y ejecutar al epicentro blanco, clave en la buena línea del equipo hasta el domingo. Si no se juntan pases, se diluyen. Luka dio el tipo gracias a sus recursos en el regate, sobre todo en el segundo tiempo, pero Xabi no aportó nada. Por primera vez, el Madrid añoró a Khedira. Y muchos también a Mourinho por su perfección en el repliegue.


Aunque el Clásico resultase tan desmelenado que cualquier resultado hubiera sido posible. Pese a que el Madrid pudo ser superior con once contra once, en ningún instante enseñó la suficiencia que el Barça sí detentó buscando la espalda blanca.  El FC Barcelona recibe una dosis de ilusión que le reengancha a un campeonato que el vestuario aparentó desconectar desde el mes de enero. Siendo optimistas, incluso podría aprovechar el subidón para intentar arreglar algún defecto sobre la marcha, que parece que le hará mucha falta en las próximas jornadas con un calendario no del todo bueno. Sobre el Madrid, el titular mediático radica en que ha conquistado 1 punto de 12 posibles contra los dos grandes de España, pero a nivel analítico es un dato de valor muy relativo, pues las causas de cada pinchazo fueron muy distintas. Las de ayer, sin duda, fueron graves, pues llegaba como líder y esgrimiendo unos atributos que eran tremendamente límpidos, y exhibieron un rostro opuesto a los mismos. Su facilidad para traicionarse, lo que nunca harían Atlético o Barcelona si en su mano estuviese, le ha costado muchos puntos. 






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