domingo, 2 de febrero de 2014

ZAPATONES DE HORTALEZA







Dostoievski decía que un hombre original es difícil de encontrar pero fácil de reconocer. A Luis le podía reconocer cualquiera la verdad. Lo sabíamos desde que tenemos uso de razón. Me lo contó mi padre, y a este mi abuelo; que lucía sentado en esa banca tan suya del viejo Vicente Calderón, con el cuello de la chaqueta de piel de borrego levantado y el pitillo languideciente, como un Jean-Paul Belmondo arrabalero. Y de Hortaleza. Autentico donde los haya. El sentimiento identitario es lo que tiene; lo percibes en cuanto lo ves. Los "Afros" tuvieron a Clay. Nosotros tuvimos a Luis. Se nos ha ido un mito de nuestro fútbol, de los que ya no quedan. Huraño, sí, arisco, puede... pero de valores arraigados y honestidad a raudales. Era un sabio antiguo incrustado en nuestro tiempo. Quizá por eso se fue. Quizá perteneciera  a otro tiempo donde el fútbol era fútbol, y no un desfile rutilante de glamour pastoso en continua exposición al foco extradeportivo, donde los PetroEuros corrompen la esencia de este deporte. Dicen que uno se muere cuando ya no le queda nada importante por hacer. 


Aragonés ha hecho tanto, y tan trascendente... Sin él, nada hubiera sido lo mismo, hubiera sido muy improbable. Con él empezó todo. Con él y sus arrestos, se erigió el líder y capitán Casillas. Se juntó a todos los pequeños; Xavi, Iniesta, Cazorla, Cesc, Silva, Villa... Con Luis se hizo la revolución, cambiamos la furia por el balón y demostramos al mundo que se podía ganar jugando bien al fútbol.  Sabía que esa era la clave para formar un grupo ganador. Enseñó a todos que en el fútbol no hay secretos, que es la viva simpleza de un juego de grupo, que si  todos van a una con una propuesta valiente, con las ideas claras, el fruto acaba llegando. Hizo entender que el "quid" era creer. Que el fútbol no es otra cosa que transmitir emociones. Quizás por eso fue tan buen entrenador. Mejor que jugador. Y no hablamos de un jugador cualquiera, fue máximo goleador de la historia rojiblanca. Por número acumulado de partidos, y por goles; 172... sabemos de la envergadura de su figura. Pero a las ordenes de sus discípulos, y motivando, era único. Tenía el carisma y la autoridad.

Para sintetizar: pasará a la historia por hacer dos cosas tan contrapuestas como trascendentales; fue capaz de ser el autentico pionero del pistoletazo de salida al contragolpe más voraz, de los mejores que se han tirado en el fútbol mundial. Y por contra, tocar La Quinta Sinfonía de Beethoven y convertir a España en campeona tocando y tocando el balón como una orquesta perfecta que te envuelve y te gana. Camaleónico cómo debe ser todo gran entrenador. Porque aquel equipo sorprendente y bello de la Eurocopa de 2008, cuyo partido contra Rusia en semifinal merecería ser expuesto en los museos, fue una obra fraguada desde su personalidad. Por aquel entonces jamás se había visto tal acumulación de jugones bajitos y técnicos. Él fue el primero en atreverse. Su valentía nos llevo al éxito que tanto se resistía, y de la mejor forma; con arrojo y estilo. Fue quien creyó en aquel grupo cuando nadie daba un duro por él, cuando todos le atizaban. Pero él aprovechó esa corriente para servir de pararrayos y desprender a los jugadores de la presión. Les hizo creer transmitiendo su gen competitivo a un grupo que nunca lo tuvo. Un grupo que siempre portó a cuestas un lastre histórico de desdichas y caídas estrepitosas que hicieron mella en la moral colectiva.

Pero sobretodo fue clave la confianza que le dio a Xavi Hernandez, que aún no la poseía ni en Barcelona. "Luis me hizo sentir importante, cuando mi autoestima era un desastre. Me dio el mando de la selección cuando no lo tenía ni en el barça". "Aquí manda usted" le dijo a Hernandez. "Y que me den a mí". Fue junto al él donde se formo la clave. La pareja que se entendió para cambiar el signo de todo. Luis puso la experiencia y el gen ganador, Xavi la inteligencia y la clase sobre el campo. Se fraguó en las tediosas concentraciones de hotel que él convertía en amenas y distendidas con su peculiar humor y su discurso persuasivo. En una de estas charlas le decía al de Terrasa: “esa es la clave, Xavi, saber a qué queremos jugar”, siempre con las ideas muy claras, dándole importancia a juntar a los buenos sobre el campo, y dejando claro lo importante que era no tener miedo a nadie, que ningún equipo se aprovechara de la fatalidad de nuestra historia. Él sabía mejor que nadie, y empapó a los jugadores, de que la historia negra de la selección venía motivada por una constante inseguridad y una falta de identidad. Que la furia no era suficiente. La furia, llegados a los partidos donde te juegas todo, la tienen todos los equipos. Lo que faltaba era impregnar de identidad a aquella generación, y no podía ser de otra manera, dado su perfil, que con el toque y el control del balón.“Usted y yo sabemos que la pelota corre más que ellos. Y que la tocamos mejor”, le decía a Xavi. Ahí se comenzó a gestar el embrión de "La Roja", como él la bautizó, despojandose así, de la España dividida, cambiando el nombre genérico por un apelativo actual que uniera los de norte, sur, este y oeste, cambiándola para siempre.

Sus jugadores le llamaban el abuelo, con la ternura que uno llama al suyo. Con el cariño y el apego que se le profesa a un hombre que lo ha vivido todo. Al que respetas y admiras. Con el que simpatizas. Creaba  indestructibles lazos de lealtad mutua. Llegaba al jugador con ese carácter arrollador y esa personalidad tan suya y auténtica. Hoy lloramos su muerte los amantes de la autenticidad, de este deporte. Pero mañana celebraremos sus gestas. Y recordaremos con nostalgia su carácter honesto y afable. Su humor fino. Le hablaremos a nuestros hijos de Luis Aragonés, cómo lo hacían nuestros padres, y a su vez, nuestros abuelos a estos. Descanse en paz, "Zapatones de Hortaleza".










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