lunes, 3 de febrero de 2014

EL CATALIZADOR







El Cholo llevaba año y medio, justo el tiempo sin Diego Ribas,  pidiéndolo. O en su imposibilidad, otro jugador de ese perfil.  Solo tiene a Arda, -demasiado riesgo para una temporada tan cargada- con la capacidad de llevar el peso de temporizar la maquinaria. De aguantar la pelota para ralentizar el partido cuando se requiere y dar un respiro a los compañeros para salir a campo contrario. Alguien capaz de gestionar el control de juego. El paso de las jornadas lo ha evidenciado con las ausencias esporádicas del Turco. Además, los equipos vienen últimamente cogiéndole la medida a su sistema. Con la noticia del cese de Oliver a Villarreal, se confirmaban las sospechas. Simeone no confía en el chico. No hay dosificación ni saberlo llevar que valgan, el perfil del chaval resulta antagónico para el sistema. En Villarreal su progresión será más natural. Y con la llegada de Sosa parecía que la vacante se cubría. Pero a última hora, en el último suspiro del mercado de invierno, y cuando ya la posibilidad de Ribas estaba descartada, saltó la noticia más agradable por inesperada: Diego volvía después de año y medio. El Atlético daba a luz al anhelado brasileño. La embarazosa y dilatada gestación de su ansiada vuelta, se había convertido en una utopía. La maniobra de urgencia se entiende. Simeone, sabedor de la carencia que pesa en las aspiraciones con la falta de un catalizador del juego, entendió que merecía la pena gastar el último cartucho por nulos frutos que haya dado su insistencia. Acudió al despacho de Gil Marín cargado de arrestos y desesperación para convencerle de que si de verdad se quiere optar a títulos, el brasileño es la clave. Estaba también la opción de Banega, pero entre los dos no hay color; Banega peca de irregular, mientras que el brasileño tiene mucha más entereza mental y competitiva. Y el hecho de que conozca perfectamente el mecanismo del grupo le dejaban a años luz por encima del argentino. Así lo hizo saber "el Cholo". Y caló. 

La sorpresa  inicial del fin de semana, dio paso a la felicidad  al saber que entraba en la lista. Lo veríamos vestido de corto tan solo un día después de la noticia. Sin entrenamiento alguno. ¿Para que?... con un jugador de la calidad de este, con su perfecto conocimiento del equipo. Además, el cauce de emociones que trajo el fin de semana daba pié a ello. ¡Fue llegar y besar el santo! Tardo unos minutos, -los que le pudo dar su técnico-, en transformar al equipo. Cómo si se hubiera despertado de un estado de amnesia desde junio de 2012, el equipo despertó para rendirse a sus botas. Todo balón acompañado en "sprint" hacia línea de fondo ya no se centraba al área, se guardaba para el brasileño, que dejaba las agujas del reloj tan detenidas cómo lo estaban en el tiempo de espera a su llegada. El partido pasó de jugarse en área atlética a jugarse en la de la Real. Su influencia fue devastadora. En 20 minutos resolvió el problema que acarreaba el equipo y le dio la razón a Simeone, por si quedaba alguien que dudara aún.  Es lo bonito del fútbol. Uno no sabe como, pero sabe que hay cosas que tienen que suceder. A veces no pasan, -y eso lo hace emocionante-, pero cuando ocurren, y toda una afición lo espera, es como llegar al éxtasis colectivo. El gol como colofón a su bienvenida, el liderato después de 16 años, y una noche emocionante con el adiós a Luis Aragonés, lo propiciaron. Además la ejecución con su quiebro y su tempo, representa lo que necesita de él el Atlético.  Ver jugar a Diego Ribas, y tenerlo aquí de vuelta, te alegra la existencia.







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