martes, 7 de enero de 2014

EL PURO DESPARPAJO








El Real Madrid-Celta resultó esclarecedor de muchas cosas;  -uno: que el Real es un equipo que sin la exigencia de los partidos grandes, se esplaya demasiado en la relajación, dando la inquietante sensación de que cualquier día vuelve a tener otro susto. Y que en parte se debe a que los merengues, con su pegada, no necesitan de hacer un partido bueno para endosarle tres goles a un equipo que cuenta por empates todas sus salidas. -Y dos; El Celta de Luís Enrique mejora mucho con la practicidad que les permite jugar fuera de casa sin su publico, sin tantas alegrías en ataque, apuntalando la defensa. Le sienta bien, y mejora notablemente su rendimiento y resultados. 

El Real Madrid fue más o menos lo mismo de las últimas semanas; Luka Modric pone el juego, Cristiano el remate y Jesé la revolución. El Celta, por su parte, no cometió errores y tuvo a su técnico inspirado en la pizarra pero sufrió el mal que ataca a  los humildes de nuestra Liga: el partido perfecto, y la necesidad de marcar, les exige una precisión y velocidad inasumibles ante los todopoderosos. Que tarde o temprano, en el momento que las agujas marcan la reserva, y el madrid echa toda la carne en el asador, la balanza se desequilibra estrepitosamente. El 3-0 no dice nada para el que no lo haya visto.

El planteamiento del asturiano resultó interesante e inspirado. Amenazó durante 60 minutos; los que tardo Ancelotti en sacar al jugador de moda en el Bernabeu: Jesé. Los cambios transformaron absolutamente al Madrid, y ya son unos cuantos partidos en los que el italiano, con los cambios, no solo cambia de jugadores;  cambia el guión y por consiguiente el signo del partido para ganarlo. En eso recuerda mucho a Del Bosque: tipos sencillos y tranquilos, que se ganan a los jugadores con su carácter afable, pero que, como si esa virtud fuese un arma de doble filo,  a veces les hiciera caer en la indolencia a los jugadores, y con esta, muchas veces tengan que ingeniárselas en los cambios para sacar los partidos. Siempre muy acertadamente.

Durante la primera mitad fue un equipo sin capacidad para sorprender. Tomó la iniciativa, como le corresponde, pero fue plano en el desarrollo del juego. Tan sólo las incursiones de Carvajal, (un entusiasta) provocaron cierto desconcierto en la defensa del Celta. El resto era un discurso hueco. En la segunda, más de lo mismo hasta que Carlo metió a Jesé y Bale; que decidieron romper la entereza celeste. Especial atención le debemos al nuevo fenómeno de nuestro fútbol.  Jesé se encuentra inmerso en una corriente de peripecias, todas ellas positivas, que cuando salta al césped nadie duda de que sucedera algo grade, y eso en un canterano de tan solo 20 años es mucho decir; algo que el destino solo reserva a los elegidos.  Lo tiene todo; la confianza de los iluminados, el pulso de los escogidos y según parece, la suerte de los predilectos. Es inteligente para buscar ocasiones, y casi siempre las encuentra por calidad y velocidad. Da la sensación, de que salvo Cristiano, los demás miran inquietos su evolución, con la amenaza que supone.








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