martes, 3 de diciembre de 2013

CASEMIRO




Casemiro no es el jugador más popular entre la nueva hornada de futbolistas de ´La Fabrica´. Ni el más pulclo y refinado. En el Madrid, de esos, de los de hechuras preciosistas ya hay unos cuantos. Él es un futbolista robusto y contundente, sin que eso sirva para eximirle de calidad, que la tiene y mucha. Pero no pertenece a ninguna de las nuevas facciones que vienen pisando fuerte; ni de las de los Morata y Jesé, que representan la exquisitez y el desparpajo, ni de la otra vertiente que se postula más hacia el control del juego y de la clase; Isco o Illarramendi. Casemiro solo se asemeja en ellos en el hambre y en el compromiso por este club, en las ganas fervientes de triumfar. Pero sobretodo destaca, y está por encima del resto en una faceta: es un competidor nato. 

Puede tener un juego algo lento en los pies, - quizá por eso no es tanto de agrado de Carlo- hasta habrá quien diga que le sobran unos quilos. Pero hay algo incontestable; cuando llega el partido, su gen competitivo es inconmesurable. Sus anchuras de futbolista clásico brasileño a la semejanza de los Mazinho o Mauro Silva son evidentes y de ese perfil que da equilibrio necesita el Real Madrid.


Casemiro no es el clásico tronco; es mucho más que eso: jugador valiente de mucho recorrido, también goza de una notable técnica y visión de juego. Por alto, tanto en defensa como en ataque, va muy bien. Pase preciso y formidable golpeo, tanto en corto como en largo se desenvuelve de fábula. Luego robando balones es un portento. Si alguien ve en Casemiro a un tronco, quizás lo más justo sería compararle entonces con un símbolo de este perfil: Patrick Vieira; que además del físico aportaba conocimientos futbolísticos y una exquisita técnica a aquel histórico Arsenal y selección francesa. Lo de tronco en estos dos futbolistas solo se puede situar por una primera impresión de su físico. Joven, -21 años- su proyección es ilusionánte y es de suponer que, igual que le sucede a Khedira con Alemania, no llega cualquiera a la selección brasileña siendo fijo desde las categorías inferiores y posteriormente con todos los entrenadores que ha tenido. 

Carlos Herique Casemiro es el saxofón dentro de la orquesta sinfónica que es el Real Madrid. Porque no forma parte habitual de la selecta formación, pero cada vez que tiene oportunidad de sonar desprende personalidad a raudales, y le da ese toque grave pero contundente diferencial y necesario. No es como los violines finos estilistas de sonido puro,  (Xabi Alonso), pero tampoco como los timbales de sonido grueso y aplastante, que resuenan en la cabeza del portero contrario cuando ven a Cristiano Ronaldo acecharles. Casemiro tiene la melodía de unos y el empaque de otros, con una capacidad de atracción única. Cuando juega te fascina con esos detalles de pintor de brocha gorda. Valentía y personalidad, unido al rigor táctico que alberga madera de equilibardor, del nuevo exponente de ese futbolista de rasgos gruesos, con permiso del gran Vieira.

 En el fútbol de los últimos años que ha derivado en el toque y el preciosismo -el ´Tiki taka´-, cada vez es más difícil la aparición de estos perfiles en el centro del campo. Es como si no fuera del perfil Iniesta o Xavi, ya no tuviera mimbres de calidad ni cabida en el fútbol moderno y preciosista. 


Brasil es una fabrica de éstos desde que después de ciertos batacazos en citas importantes, decidieron que el talento iría a parar unos metros más atrás. Musculo sin perder calidad. Entonces se forjó en las playas de Brasil, aprovechando la genética privilegiada del país, una serie de futbolistas que van desde Mazinho a Thiago Silva. Todo en beneficio del equilibrio. En esas están Madrid ahora; Casemiro será seguro un jugador que marcará una época en el fútbol español.




Rubén Martínez.


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