miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL HERMANO PEQUEÑO SE REVELA







 El Barça, que luchaba por recuperar una intensidad pérdida, no la encontró. Ni la velocidad para provocar el error del adversario,  ni la coordinación de antaño, esa de ir todos a una -en la presión-. Es el declive natural del tono con el paso del tiempo, de tantos años en la cúspide. El tono es tan importante para imponerse como lo es el talento y la táctica. Al no encontrarlo dio paso al "otro fútbol", lo cual es loable y entendible. En este deporte a veces impera la necesidad. 

Pero la falta la intensidad, la desidia y el hambre saciado unido a la falta de entusiasmo e inspiración, no tienen porqué ir ligadas intrínsecamente a un estilo. Martino lucha contra eso, sabe que su principal rival es el pasado y tiene claro donde están las áreas de mejora, y sabe, -lo demuestra hace varias jornadas con una cierta ironía en el discurso- que la idiosincrasia culé es una amenaza para su propuesta. Una propuesta que ha negado, pero que es evidente que ha ido introduciendo poco a poco, como el que no quiere la cosa. Y que ahora existe un foco que alimenta un caldo de cultivo peligroso que le puede salpicar en cualquier momento por la incapacidad del entorno de aceptar la alternativa. Ayer puede ser un día de esos en que ese sector se cuestione la idea de juego y la dirección a tomar, pues se evidenciaron todas las carencias y llegó la primera derrota. 


Que quede claro que la derrota de Ámsterdam no es una derrota relevante en el historial, y ni mucho menos concluyente, este equipo además tiene mimbres suficientes y ciertos vestigios de juventud y entusiasmo como para seguir teniendo crédito. Para mi lo preocupante fue perder la superioridad en el centro del campo, principal seña de identidad de este equipo. Y ver diluir el juego de posición hasta convertirlo en un sucedáneo ridículo de lo que fue. 


 Casualmente ayer, estaba en el palco el propagador del germen que gestó el Barça moderno: Johan Cruyff. Y parecía divertirse como mofándose de la broma pesada que gastaba el fútbol anoche. Era como el padre que observa sus hijos pelear, y con asombro ver que el pequeño se revela al dar un escarmiento al grande. Mientras el Ajax pasaba por encima del Barça practicando ese fútbol que tanto le ha distinguido, ese que parece aparcar ahora el equipo de la ciudad condal, Johan caería en la cuenta de lo irónico que resultó fútbol anoche, devolviendo ese legado que un día apadrinó, al lugar donde nació. Como ese hombre que después de una vida buscando su sitio fuera de casa y triunfar, sin apenas fuerzas para más aventuras, vuelve sobre sus pasos para morir en sus orígenes.


Probablemente, el partido, fue más sonrojante por su simbolismo que por un susto real, concluyente: el Barcelona abandonó sus virtudes, cediendo el fútbol del cual era baluarte, a un equipo inberve que le sacó los colores, provocando el desconcierto y la indolencia. Los goles del Ajax duelen al Barça por el modo en que llegaron: como si el equipo de Ámsterdam se hubiera vestido de blaugrana. “Esto es un despelote”, se le ha visto decir a Piqué y la frase era un buen reflejo de la realidad. La lista de jugadores fuera de forma o aplastados por la realidad competitiva es enorme, pero posiblemente haya que atribuir buena parte del mal rendimiento a la mencionada falta de actitud. Algo que es puntual, es decir, eso tiene remedio, más sabiendo que también en este equipo vienen jugadores jóvenes con energías para renovar, los: Neymar, Alexis Sánchez, Marc Bartra o Cesc Fàbregas incluso, que destacan sobre los compañeros por su fresco tono físico. Sí debería ser preocupante que la moral melle en los jugadores y da la sensación que puede pinchar en cualquier momento en liga, las sensaciones no son buenas, se puede palpar, y eso podría ser más concluyente en el devenir. Xavi y Pujol también preocupan. La necesidad del relevo parece aún descartable por el romanticismo barcelonista que se conserva hacia el legado y sus iconos. Eso puede ser un descuido.













Rubén Martínez.

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