lunes, 11 de noviembre de 2013

CON ORO O SIN ORO.







A su llegada algunos pesos pesados del vestuario lo miraban con el rabillo del ojo. No les gustaba del todo su temperamento altivo y sus gestos de cierto despotismo. En esos primeros meses miraban con recelo el darle galones en el vestuario. Pero con el paso del tiempo alejó el mal concepto de la imagen de un jugador que no se corresponde con su intrínseca personalidad. Su carácter  manso y afable, empezó a encajar en el grupo. Mismo curso con su afición que, con esta, ha tardado años pero ha finalmente ha calado su carisma. Una comunión tan tardía como idílica en los últimos meses. Hacía años que no había un ídolo tan figurativo como el portugués. El punto de inflexión fue un cambio en el compromiso con el esfuerzo en las ayudas defensivas. Al Bernabeu se sabe que le cautiva tanto la calidad como el sacrificio y hasta que él no entendió eso, no se gano los primeros coros. Ahí empezó una relación idílica que al tiempo se le unió un compromiso inquebrantable para gozo de una afición tan extasiada en el alboroto cuando Ronaldo aparece sobre el verde, como él deslumbrado por la escena.

En el campo, tira del equipo y brilla con una asiduidad que asusta. Es el cachorro que ha mamado madridismo y se ha hecho a la idiosincrasia del club. Los números y la influencia en el juego del delantero, es más propia de un animal concebido, que de un simple crack pasajero. Él encarna y representa a los aficionados por su pasional y profundo compromiso hacia este equipo

Incluso se siente obligado a dar explicaciones en los medios cuando siente que el equipo falla. Él es el primero que reconoce los fallos ante los aficionados y se disculpa. La humildad va más allá de las palabras y sus falsos vestidos. Cristiano ha demostrado que la humildad tiene otras caras; la humildad es también no cesar en la autosuperación, es dar la cara en los malos momentos, no solo en los buenos con palabras endulzadas. Ronaldo ha superado muchos momentos con la perseverancia del más fuerte. Y aún que las comparaciones son odiosas, él le debe mucho menos a su papá y a su mamá que Leo. Él  ha formado un cuerpo imponente a base de sacrificio, pues en sus comienzos se le veía un chico normal de cuerpo delgado. Para eso no hay otra explicación que sus hábitos: vive como una monja y entrena como un gladiador. Es el primero en llegar y el último en irse del entrenamiento, en el visible y en el invisible; Ronaldo es irreprochable. Su sentido de la perfección y de la superación es ejemplar. Merece todo el respeto y los halagos del fútbol en general. Se lo debe por lo continuado en los agravios de tildes con despectivos y por la constante hostilidad más furiosa hacia su persona en todos los campos a los que va. Él, mientras, responde con el sosiego del que sabe controlar la situación, a sabiendas de la dificultad que entraña jugar con todo el publico en contra. Ahí se ve la personalidad de un jugador diferente. El gesto de apaciguamiento en el Camp Nou ya es historia. Este chico es único e irrepetible por su calidad profesional, pero también por su calidad personal. Ese es el reconocimiento que se merece, con oro o sin oro.





Rubén Martínez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario