domingo, 27 de octubre de 2013

PROPUESTA COBARDE







El fútbol es bonito cuando se presentan las propuestas valientes y arriesgadas. Ahí se ve, en la soltura, los desmarques de ruptura y la fluidez en ataque, la verdadera esencia de este deporte. Si el sistema es más transicional y contraatacante, o si es más cuidadoso en la tenencia del balón y el control del juego, no importa mucho si la propuesta es atrevida. Pero ayer los dos equipos que más presumen de eso decepcionaron. No salieron de su posición para crear una sola inquietud al rival, ni asumir un solo riesgo. Lo dejaron para los últimos minutos para salvar un clásico para el olvido. Unos minutos que vinieron casi por inercia para aburrimiento de una afición que parece más preocupada del contrario que de desenrollar el pergamino de credenciales. 


Hay cosas que se antojan difíciles entender o explicar.  Ayer en el Camp Nou pudimos reconocer lo humano y cotidiano que es el miedo y uno pensaba que para qué tanto bombo. Porque la propuesta que presentaron ayer las dos plantillas más poderosas del planeta fue cobarde y rácana, sobretodo lo fue Ancelotti, que dio un paso atrás contagioso al no ser valiente y meter a Illarramendi para que entrara Ramos.  Seguramente para paliar el espacio que deja este Madrid entre lineas. Mal tirado no estaba, el problema fue el mensaje de cautela que caló y el equipo no salió de su trinchera hasta que las circunstancias le indujeron. Ramos se vio perdido al no tener tarea con Messi escorado a la derecha, y la salida con el Utrerano se ralentizó. El equipo estuvo más preocupado de disimular la carencia que representa el espacio que deja entre la defensa y el centro del campo, que de desplegar su arma mas arrojadiza, -el contragolpe- que si bien no es tan dañina como en la era "Mou", si sigue constituyendo la más nociva por la naturaleza de sus delanteros.


  Pero el Barcelona tampoco se quedó atrás y también entró como contagiado en el juego temeroso y una muestra es la defensa que mandó el Tata 25 metros más atrás de lo habitual, por miedo a la contra del equipo rival. Eso también descolocó al Madrid para su titubeo, y todo se "no jugaba" en el centro del campo, al menos en la primera parte. Además en el Barcelona vimos algo que jamás habíamos visto; defender con la ayuda de Iniesta o Xavi a Busquets dibujando casi un doble pivote, para cortocircuitar la contra madridista. Otra premisa reculante para anotar. Más parecía  un partido de serie A tedioso que cincela para el 0-0, que el partido de los 500 millones de espectadores y 700 periodistas. Poca valentía para dos plantillas con demasiados quilates para no arriesgar y desplegar más fútbol. Además estuvieron imprecisos y se pudieron ver muchos yerros que evidenciaron el temor. Pocos se salvaron a medida que avanzó el encuentro.


Neymar al menos lo intentó y eso que porta el mono de trabajo encaramado a la cal.  A partir del minuto 55, con la entrada de Illarramendi y la posterior de Benzemá se volvió a la normalidad, y se volvió a ver fútbol. Liderados por Modric y Iniesta, que dieron sentido al juego, los equipos entonces se pudieron reconocer. Andrés volvió a estar de dulce. Lo más impactante de este jugador es su casi amorosa, profunda y elegíaca melancolía hacia este equipo y esa manera de entender su fútbol, que ayer,  resurgió para con su ternura balompédica devolver el juego a los suyos tirando del carro como de costumbre cuando el equipo le necesita.  Alexis se coronó en el clásico con un golazo para reivindicar su valía y Messi  anduvo toda la noche cabizbajo por no poder desplegar la explosividad tan necesaria para su juego. La ausencia de Lorenzo Buenaventura, -preparador físico de "la era Pep"- se antoja más preocupante a cada día que pasa.


Un clásico que evidenció lo titubeante del debut en los banquillos. Al final una victoria que deja más líder al equipo culé y con más dudas al perseguidor, que salió del Camp Nou quejoso en el clamor contra el arbitro, evidenciando las carencias. Incapaz de aceptar una derrota. El Barcelona contento por salvar el arreón del toque de corneta de última hora. Porque sabe de la costumbre blanca.








Rubén Martínez

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