miércoles, 24 de julio de 2013

PRIMERO QUIERO DEFENDER.







Mundial de Italia’90; Argentina elimina a Brasil en los octavos de final del con un gol de Caniggia, nacido de una jugada brillante de Maradona a diez minutos del final. Ante una defensa rota de Brasil. Han pasado ya 20 años de aquel partido, pero aún trae cola por la polémica, pero sobretodo por el punto de inflexión en Brasil acerca de la necesidad de defender con equilibrio respecto al ataque. En la polémica Branco sigue acusando a Argentina de dar a los brasileños agua con Rohypnol. En un momento en el que el partido estaba parado por una falta a Maradona, al parecer Bilardo y el masajista argentino Miguel di Lorenzo, ofreció a los jugadores brasileños botellas de agua con esa sustancia, produciéndoles somnolencia . “Bebí y me sentí atontado. Después de un tiempo me encontré a Bilardo en Guatemala y le dije: “Desgraciado ¿qué me quisiste beber?”. Y él me contestó: “Branco en el fútbol todo vale”. Lo asumí con gracia porque le respeto mucho como técnico, pero creo que las reglas tienen un límite", aseveraba el lateral izquierdo de la Caraninha. Maradona lo reconocía; "Alguien había echado Rohypnol a una botella de agua. Estaban todos y venían a tomar agua los buenos de ellos. Yo les decía tomá tomá. Valdito y Branco se la tomaron toda. Después tiraba los tiros libres y se caía”. Bilardo lo negó todo y el presunto envenenamiento quedó en nada. La FIFA no investigó lo sucedido a pesar de la petición del presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Ricardo Texeira. 


 El caso es que ya fuera por aquella trampa miserable o por el roto de Maradona a la defensa desordenada de Brasil, desde entonces la Canarinha se obsesionó con defender y sus equipos son dotados siempre de equilibrio y musculo en defensa y centro del campo. Así fue como Brasil quiso cambiar para siempre. El talento iría a parar unos metros más atrás. Su preocupación desde aquel mundial sería la transformación de una selección históricamente de corte atacante y fantasía. Defender ya no era asunto secundario y en las playas brasileñas empezó a gestarse la revolución. Aprovechó la genética privilegiada del país, y comenzó a producir centrales  y mediocentros defensivos en cadena y hasta hoy. Mauro Silva, Dunga y Mazinho establecieron un modus operandi para futuras generaciones con resultados incontestables; dos Copas del Mundo y otra final. De todos los “mediocentros” post-Italia 90 que tuvo Brasil, sólo -Mauro Silva- ostenta la categoría de reconocido crack en lo suyo. Pero los hubo muy buenos, como Emerson y otros cuya trayectoria en Europa fue del todo olvidable, caso de Kleberson. Casi que daba igual; lo importante era el molde, incluso por encima del contenido individual de cada uno. 

Thiago Silva es el máximo exponente de los últimos años, no es sino un ejemplo más de una lista enorme que abarca todos los niveles. Los a habido sobrios y fiables –Aldair, Juan–, competitivos –Lucio–, menos ordenados pero con más técnica–David Luiz–, segundos espadas –Alex, Cris, Luisao…– incluso centrales de tercer escalón que serían titulares en el 90% de las selecciones, como el atlético Miranda. Y por detrás llegan niños que apuntan, como Marquiños, central bajito al contrario que sus compatriotas pero de velocidad endiablada. El BarÇa se a fijado en ellos después de varios varapalos por la misma causa que llevo a Brasil a forjarlos. Las dos semifinales disputadas este año les obligan a reforzarse y poner musculo atrás. Los escalabros ante el Real Madrid, o en Champions frente al Bayern con un global de 11-1 en contra son los detonantes de ese cambio en la política de fichajes, su prioridad; un central de garantías. En el fútbol no te puedes permitir muchos descalabros de este calibre y adaptarse es la única solución. ¿La manta cubriendo al equipo abajo o arriba?, es el eterno dilema de un entrenador. Si tapas abajo defenderas bien, pero destapas el ataque y viceversa. Su máxima; "primero quiero defender, no encajar gol y ya intentaremos ganar el partido de alguna manera".









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